La crisis, instalada en los países considerados como las primeras potencias económicas mundiales, está haciendo tambalear el sistema en el que hasta ahora se basa el crecimiento y el progreso, haciendo vislumbrar o al menos imaginar, lo que la otra parte, el tercer mundo, sufre desde siempre por la insolidaridad y la hipocresía de los poderosos. El primer mundo se tambalea en su propia estructura, sobre la que se ha asentado durante tanto tiempo, y es en este preciso instante cuando somos conscientes que no sólo es posible que un presidente de color gobierne América sino que, paradojas de la vida, en sus manos están las esperanzas de muchas personas que le confían su futuro.

Algo está cambiando, y lo está haciendo sin duda a mejor, y todo cambio, toda revolución económica o social requiere un esfuerzo, un sacrificio del que nadie queda excluido, sin olvidar que tras la tormenta siempre viene la calma.

La crisis también es una actitud, pero la crisis de las actitudes y la de los valores es indiscutiblemente una responsabilidad de quienes con un optimismo embustero, infunden en la sociedad por conveniencia, la rentabilidad de una sonrisa, de un guiño en la ceja . Estoy convencida que a estas alturas si se volvieran a televisar algunos debates electorales, habría ministros que si tuvieran un mínimo de dignidad presentarían su dimisión, porque no sé qué es peor, negar la evidencia (o lo que es lo mismo, mentir a los ciudadanos), o la ignorancia . Ambas cosas deberían ser incompatibles, con ser el máximo responsable de la economía de nuestro país, al que le afecta la misma crisis que viene de América, y que se propaga por el mundo, sin olvidar que a los españoles nos da igual de dónde provenga, ya que somos el país de Europa con mayor tasa de paro.

XAUN ASIx, el dramatismo y la indignación sólo sirven para retroalimentar más las crisis: la de ideas y valores por llevarla intrínseca, y la económica porque incide en el consumo de las agobiadas familias.

Ante esto sólo cabe una cosa: actuar, y no de cualquier forma. El Gobierno de España pretende salvar los muebles sin dar una solución real y efectiva, teniendo como única ambición el exhibicionismo. Por ello, se envían millones de euros a los ayuntamientos, con el único fin de convertirlo en una inversión propagandística, con un diseño de márketing, ese que ha acompañado a ZP desde el primer día, olvidando el futuro y la efectividad, con obras a corto y medio plazo que sólo pretenden maquillar las calles dotando a las ciudades, que no a los ciudadanos, de un esplendor artificial que a la vuelta de los próximos Presupuestos habrá servido para generar empleo: inestable, precario y temporal, dejando de invertir en opciones que den a la gente una oportunidad basada en el presente y con un claro futuro.

El futuro está en las nuevas estructuras del sistema financiero, en una forma diferente de educación a las nuevas generaciones, que no intente educar a la ciudadanía dependiendo de intereses políticos, sino que sea más justa, más solidaria, más igualitaria, menos hipócrita. Que no se sorprenda porque América tenga un presidente de color, donde los bancos se vean obligados a devolver las inversiones perdidas de sus clientes por macro estafas, en las que en muchas ocasiones nos encontramos los ciudadanos, sin que ello sea un acto de generosidad, sino de justicia.

Por todo ello, es importante generar reformas estructurales que potencien la confianza de ahorradores e inversores, bajando los impuestos a los ciudadanos para reactivar el consumo, incrementar su nivel adquisitivo, haciendo posible una verdadera revolución energética sostenible, que cree empleo suficiente, ya que todo esto no sólo es posible, sino necesario. Es posible salir de esta crisis reforzados si se toman medidas, pero sobre todo si los ciudadanos somos responsables también a la hora de no creer en quienes sólo formulan meras promesas que pintan por fuera y que nos dejan vacíos por dentro.

*Vicesecretaria provincial sectorial del PP de Cáceres. Concejala PP Ayto. Cáceres.