Los dos años transcurridos desde los brutales atentados terroristas de Al Qaeda contra las Torres Gemelas y el Pentágono arrojan un saldo con poca luz y muchas sombras. En nombre de la lucha antiterrorista, la Administración de Bush ha optado por la fuerza y por convertirse en el gendarme del mundo despreciando instituciones y acuerdos internacionales, como la ONU o las convenciones de Ginebra, y relaciones históricas, como las transatlánticas. Se han recortado libertades y se han producido abusos, y no sólo en EEUU.

Pero Osama bin Laden y el mulá Omar siguen en paradero desconocido mientras la red terrorista encuentra amplios espacios donde sembrar la muerte. Dos años después, no vivimos en un mundo más seguro. Todo lo contrario. Los terroristas primero, y quienes les combaten después, nos están llevando a la zozobra permanente.

Hace 30 años, en nombre de la lucha anticomunista, Nixon y Kissinger alentaron un golpe de Estado en Chile contra un Gobierno elegido democráticamente, cuyo aniversario también conmemoramos hoy. Ahora, es la lucha antiterrorista la que da a EEUU patente de corso para dibujar nuevos mapas políticos. Tristes conmemoraciones.