TLta niña de la muñeca rota no entiende de planes especiales ni de incremento del gasto público ni de debates sobre guerras. La niña de la muñeca rota necesita cincuenta euros y su padre (interno en la cárcel de Badajoz) se rompe la cabeza pensando para qué necesita ese dinero. La niña de la muñeca rota no sabe inglés y en su escuela, Vicente, el director, sólo es capaz de convocar a su madre y a todas las madres para hablarles de sus hijos, montando un desayuno gratuito. La niña de la muñeca rota no es magrebí, ni rumana, ni portuguesa. Es una de tantas niñas que al atardecer pasea por las calles del barrio olvidado acunando entre sus brazos a una muñeca sin brazos.

La niña de la muñeca rota no sabe nada sobre la guerra de la religión en los colegios, ni que el divorcio es más rápido y que la presencia del soldado de la División Azul creó polémica. Necesita cincuenta euros y su padre (preso) se vuelve loco porque no sabe para qué necesita el dinero su hija y desesperado recorre el módulo deseando que los barrotes se deshagan.

La niña de la muñeca rota necesita los cincuenta euros porque su madre los necesita, sólo por eso. Y le pide a su padre en la carta que le escribió por su santo, ese dinero.

Cuando pasen unos años y la muñeca rota se vaya sepultando bajo las capas de derribos y basura en algún descampado del barrio olvidado, la niña sabrá que hubo un tiempo de planes especiales, de inglés gratuito en las escuelas, de divorcios veloces, de lucha contra la desigualdad, y de rechazo a la guerra. Recordará que nunca llegaron los cincuenta euros que pedía su madre y una sonrisa muy triste abrirá una herida en sus labios.

*Dramaturgo y director del Consorcio

López de Ayala