XPxuede ser un ladran, Sancho, luego cabalgamos, puede ser un aldabonazo a la comunidad financiera internacional para que preste más atención al Fondo Monetario Internacional (FMI) o, simplemente, una muestra más del descontento de la Administración norteamericana con España; en todo caso, el artículo de Daniel Altman en el International Herald Tribune sobre Rodrigo Rato titulado "El jefe del FMI atrae críticas sobre su estilo como líder" se presta a muchas consideraciones. Vamos a hacer algunas, tratando de entender qué puede estar detrás de esta extemporánea crítica a un funcionario internacional de altísimo nivel, cuyo prestigio es esencial para el buen funcionamiento de una institución tan cuestionada y atacada en todo el mundo como el FMI.

El autor del artículo comienza con una referencia a una campaña de murmuraciones la cual, cuando se analiza un poco, resulta que se reduce a los comentarios de antiguos funcionarios del FMI, como el economista Kenneth Rogoff, antiguos funcionarios del Departamento del Tesoro (el ministerio del Gobierno norteamericano que más influencia tiene sobre el FMI) y un funcionario del mismo departamento. Se cita también a un analista del Citigroup, cuyos comentarios suponen más bien una crítica al papel que el FMI juega actualmente en las finanzas internacionales que una crítica a su director ejecutivo.

Total que, en definitiva, el artículo se basa en las críticas que hacen a Rato personajes influyentes de la Administración norteamericana. Pero ¿por qué?

Le acusan de varias cosas: de no estar a la altura del cargo; de no haber intervenido decididamente en los problemas financieros del mundo; de preocuparse demasiado de Africa, y de pasar mucho tiempo en España. Edwin Truman, antiguo funcionario del Departamento del Tesoro, y uno de los principales murmuradores, le compara con su predecesor Horst Köhler. No sabemos qué decían de Köhler al año de haber tomado su cargo. Pero Köhler tuvo que enfrentarse a la crisis asiática de 1998, en la cual el FMI jugó un papel lastimoso, como los economistas Krugman y Stiglitz han mostrado con fuerza demoledora. El FMI, bajo Köhler, tuvo que enfrentarse en 1999 a la crisis rusa y en 2000 a la de de Turquía, en cuyo desencadenamiento las políticas equivocadas del FMI tuvieron mucho que ver. La época de Köhler fue negra para el FMI porque, además de estas crisis, trajo la dolarización en Ecuador y El Salvador y se cerró con la crisis de Argentina.

El predecesor de Rato no es un buen término de comparación. Rato , por lo menos, no ha tenido que enfrentarse a crisis propias, sino sólo a la argentina, que heredó cuando ya estaba en marcha. Rato se ha encarado a esta crisis, que implicaba el pago de bonos con una reducción del 75% de su valor nominal, con respeto a las autoridades argentinas, a pesar de la --natural-- mala acogida que le dio el público de Buenos Aires. De su actuación no parecen decir nada los rumores de Washington.

Nos sorprende que le critiquen por sus viajes a Africa. ¿No está Africa de moda entre los cantantes de rock, las ONG y los organismos internacionales? ¿Por qué se escandalizan? Todo es una cuestión de prioridades. El economista de Harvard Kennet Rogoff le da una lección: "El foco principal de la institución tiene que ser mantener la estabilidad financiera global y Africa no es un agente importante en esto". En otras palabras, le dice que para el FMI Africa no es importante y su director ejecutivo no debiera visitar esos países.

Para mucha gente, aquí en España, esta crítica suena como una tremenda alabanza a un funcionario internacional que se preocupa de los problemas de Africa, y por lo menos va a visitar los países, aunque luego de hecho no pueda hacer mucho para solucionar sus terribles problemas. Pero si Africa no es importante para la estabilidad financiera global, ¿no será que la estabilidad financiera global no es tan importante para las personas y los derechos humanos?

Es verdad que en el año de Rato al frente del FMI no ha habido conmociones financieras internacionales, del tipo que desencadenan las intervenciones de esta institución. Existe una tensión incesante entre el dólar y las monedas de Asia, especialmente el renmimbi o yuan chino. Pero eso es un problema entre dos colosos, en el que el FMI no ha sido invitado a participar. No puede hacer más, como ya hace Rato, que aconsejar a China que adopte un sistema de tipos de cambio flexible, lo cual es una manera --en apariencia neutra-- de decirle que deje de mantener la paridad fija con el dólar y aprecie su moneda. Pero China es demasiado grande para el Fondo Monetario Internacional.

Daniel Altman le ha hecho las cuentas de los días que ha pasado en España y le parecen demasiados. No comprende quizá que alguien pueda preferir España a Washington y su agradable entorno. Pero no sabe que Rato no tiene interés en entrar en la política española como miembro de un partido que, desde Washington se tiene que ver con claridad, va hacia el suicidio político y a perder las próximas elecciones generales, si el PSOE no hace alguna tontería.

Lo más sensato que pueden hacer críticos y defensores de Rato es darle tiempo, para ver qué hace después de la reunión de septiembre, cuando ha prometido dar a conocer un plan para resucitar a una institución que está bastante anquilosada... y es totalmente prescindible si no quiere meterse en Africa.

*Catedrático de Economía de ESADE