El Muro de Berlín cayó una noche, después de veintiocho años, poniendo el punto final del comunismo en Europa. Todo comenzó con el anuncio confuso de un alto funcionario de la parte oriental. A partir de ese momento los habitantes de Berlín Oriental se dirigieron hacia los cruces fronterizos. Los guardias del Muro, carentes de instrucciones, abrieron los accesos y el Muro de la vergüenza quedó para la Historia.

Se derrumbó el Muro de Berlín, que dividió, ideológica y económicamente, al mundo. El Muro de la Vergüenza y de la Infamia, le llamaron. Por fin, ese muro que merecía caer, cayó. Pero otros muros brotaron, y siguen brotando en el mundo, mucho más grandes que el de Berlín aunque de ellos se habla poco o nada. Si todos los proyectos de construcción de muros se realizan, se calcula que en el mundo habrá 18.000 kilómetros de muros.

Desde la caída del Muro de Berlín, en el mundo han ido apareciendo otros que se suman a la indiferencia de los que ya existían: Israel, Estados Unidos, España, Brasil, Corea del Norte y Corea del Sur, el muro del Sahara Occidental, aunque es muy probable que en esta lista falten otros muchos, ya que el número es amplio, aunque no se hable de ellos o simplemente se silencien. Sobre el muro de piedra y cemento, la muralla del silencio.

Son los mismos muros de siempre, los de la incomprensión, la intolerancia y la indiferencia que, décadas después, siguen partiendo en dos mitades a países, pueblos y familias y cuyo resultado es siempre el mismo: separar y atemorizar. ¿Dónde está la diferencia si el mundo sigue dividido?

Si los muros de la guerra fría se erigieron para impedir salir a la gente, el proceso de globalización fue un factor fundamental para el derribo de varias de estas murallas, comenzando por la de Berlín, aunque hoy los muros se construyen para no dejar entrar, porque lo que antes era el Este y Oeste, hoy es Norte y Sur.

A lo largo de la historia ha habido muchos muros que un día se levantaron como siempre, sobre las mentiras construidas en el contubernio y que al final solo sirvieron para destruir vidas y colocar luego cruces y flores.

Todos los muros se parecen, todos tienen los mismos agujeros que, como los anteojos de los guardianes, siempre miran hacia la libertad, son los muros que evocan los insultos más selectos esperando la respuesta del otro lado, mientras echamos un pis, tras una noche de juerga.