Desde que se celebró por primera vez en 1977 el Día Internacional de los Museos, que en cada nueva edición tiene lugar alrededor del 18 de mayo, esta iniciativa ha venido divulgando un mismo y único mensaje orientado fundamentalmente a trasladar al conjunto de la sociedad la idea de que «los museos son un medio importante para los intercambios culturales, el enriquecimiento de culturas, el avance del entendimiento mutuo, la cooperación y la paz entre los pueblos».

Conectar con el público haciéndole partícipe de sus actividades y destacar la función que los museos cumplen como instituciones al servicio de la sociedad y de su desarrollo, son a día de hoy objetivos compartidos por la comunidad museística internacional, a la que pertenecen cada vez más instituciones de todo el mundo. En 2017, más de 36.000 museos de unos 156 países participaron de las celebraciones de este día que, desde que se estableció oficialmente, ha generado una red de información y relaciones que ya tiene alcance universal.

Cada año, todos los museos del mundo están invitados a participar en el DIM para recordar el papel fundamental que cumplen como centros dedicados a la conservación, la investigación, la educación, o la generación de iniciativas culturales. Y en cada una de estas citas anuales, el Consejo Internacional de los Museos (ICOM), propone un tema que centra sus actividades y se despliega hacia muy distintos ámbitos de reflexión.

El fenómeno de la creación de museos en las últimas décadas del siglo XX alcanzó, con carácter general, un nivel sin precedentes. Transformó, en el marco de la Unión Europea, el paisaje cultural de la España democrática y, en lo que se refiere a Extremadura, dio impulso a un proyecto regenerador que alcanzó ya cotas homologables a las de cualquier otra región o comunidad autónoma del Estado.

Los museos de Cáceres y Arqueológico de Badajoz, el Museo Nacional de Arte Romano, el Museo Vostell de Malpartida, el Museo Pérez Comendador-Leroux de Hervás, el Museo Etnográfico Extremeño González Santana de Olivenza, el Museo Extremeño e Iberoamericano, o el Centro de Artes Visuales/Fundación Helga de Alvear, constituyen a día de hoy un activo social de valor inapreciable, tan importante desde el punto de vista de la gestión del patrimonio, como para la economía de la cultura, o la producción de conocimiento.

Dentro de esa lógica del desarrollo, la adaptación de la institución museística a las más recientes exigencias y realidades sociales vino inevitablemente acompañada de un intenso debate que avivó la controversia sobre su definición y sus funciones dando lugar a una museología «nueva», superadora en apenas unas décadas de la que venía siendo asumida desde la norma no escrita o la práctica consuetudinaria.

Hoy se da por sabido que la superación de los modelos tradicionales pasó, entre otros asuntos, por entender que los museos no son ya (o no son sólo), venerables recintos dedicados a la custodia y exhibición de sus colecciones, sino instituciones dinámicas, «zonas de conflicto e intercambio», en donde lo que más importa les identifica como una «comunidad de aprendizaje»; o dicho de otro modo, como lugares abiertos a la interpretación, el diálogo y la democracia cultural.

El museo moderno, el museo al que compromete el tiempo que vivimos, ha quedado abierto a un proceso de reflexión crítica sobre sus propios fundamentos; sobre la memoria que fundan, o que representan; y especialmente sobre las formas de participación y entendimiento con la sociedad a la que pertenecen.

Es lógico que hagan de los nuevos recursos tecnológicos un uso práctico y (sobre todo), estratégico. Porque los nuevos medios les permiten acceder desde lo local a un público globalizado. En la nueva sociedad de redes (como muy oportunamente recuerda el ICOM en su convocatoria de este año), los museos habrán de ser, o habrán de estar, hiperconectados. Y no simplemente para hacer uso de las oportunidades que se les ofrecen para el trabajo y la relación on-line. El nuevo paradigma de la conectividad afecta a su propia condición. Si en el pasado el museo era, sobre todo, lo que tenía; en el futuro que desde ahora anticipamos fundamentalmente será lo que comparte.