Recorría las calles de nuestra bella ciudad deleitándome en una música bellísima que me llenaba de alegría, e iba dándole la razón a Beethoven cuando decía que: ´la música es una revelación más elevada que toda sabiduría y filosofía´ . De repente me llamó la atención una furgoneta destartalada, pintada de amarillo. En ella había una inscripción que con grandes letras decía: ´Sin música la vida se hace muy triste´ . Como un nublado denso y luego como una tempestad tembló mi espíritu. Vi pasar por mi imaginación a los tristes, cansados, rendidos y la vida, hecha blandos murmullos, de los que viven ´entre pitos y flautas´... y músicas terrenales destempladas. Quise oír las voces de tantos que se rinden a los silencios de los compases sin acordes de aquellos que marcan, avasallando, la vida de muchos a tiempo y destiempo. Llegué a casa. Abrí la radio en el momento, que el fanfarrón Cubano Fidel, echando sapos y culebras ante la broma de dos periodistas, me mostraba la cara de la otra música. La desafinada y destemplada. La que es capaz de esclavizar y matar: Es la música que hace triste la vida de tantos... y ante quienes todos a una debiéramos gritar: ¡Iros con la música a otra parte! Trabajemos para que la música sea el verdadero vapor de vida hecha canción de amor hasta hacer de nuestro mundo un jardín eternamente en flor. Entonces entre acordes y armonía se oirá una preciosa canción: la belleza no está en el poder, ni en el temor, sino en el amor.