Si mi amigo el octogenario escritor don Eliseo García no hubiese leído La Metamorfosis de Kafka , seguramente no hubiese comenzado a escribir su novela corta titulada La Mutación . Si Gregorio Samsa, el protagonista de la novela del escritor checo, sufre una metamorfosis repentina y se transforma en un repelente insecto; el protagonista de La Mutación es un joven llamado Lisardo Bley, sin ninguna virtud conocida y un defecto muy marcado: propensión a la homofobia y al racismo.

Al igual que Gregorio Samsa, vive Lisardo Bley con su padre, hombre de convicciones autárquicas, enemigo de filtraciones extrajeras que pongan en peligro las tradiciones e idiosincrasia del español de rancio abolengo; y con su madre, una mujer pusilánime enseñada a escuchar mucho y a hablar poco, como las mujeres de posguerra. Acostumbra Lisardo a hacer comentarios despectivos de los homosexuales y exaltados discursos de desprecio a los que no tienen la piel de un color más claro que el ocre. Entiende la homosexualidad como una enfermedad de degenerados y el color negro en la piel como una pigmentación cutánea de inferiores.

Ocurre que una mañana el bueno de Lisardo despierta habiendo sufrido en su piel una mutación tonal, su ocre pajizo se ha tornado marrón terroso; y además, una extraña sensación femínea ha entrado en lucha en su interior contra su masculinidad, y se siente confundido. Al principio Lisardo cree seguir durmiendo y soñar una pesadilla, pero al entrar su padre en su habitación y ver en él su cara de sorpresa y desprecio, el joven se da cuenta de vive en la realidad. Al cabo de unas horas recibe la visita de su mejor amigo, al que comienza a profesar una admiración distinta a la anterior, parecida a la atracción física que sentía por las chicas. Pero a su amigo le ocurre todo lo contrario y comienza a sentir cierto desprecio por él. Repudiado por todos sus allegados, Lisardo decide irse de casa para buscar una nueva familia y amigos que le acepten.

Esto es sólo ficción, pero, ¿y si ocurriera?