TUtno de estos días preelectorales saltará a los medios de comunicación el nacionalismo dendrófilo que lleva todos los años en su programa el actual alcalde de Cáceres: aquel que compara y degrada el hombre a planta y lo declara un ser plantado, de aquí de toda la vida , y lo privilegia sobre cualquier movimiento que desarrollen los demás. Nadie duda de la superficial necedad que implica el creer que un pueblo que permanezca fiel a su término municipal y a la convivencia derivada de sus costumbres vaya a llevar por eso una vida más independiente y bella, más próspera y acertada, pues nadie cree en la superioridad de uno sobre otro por razón de sitio. Ni nadie duda de la necesidad de atajar la peligrosa rusticidad de este nacionalismo vegetal, que remite al primer estadio de la evolución natural y que es el mejor eco de un ultramontano nacionalismo que ha servido, con frecuencia, para derramar sangre, porque es de común conocimiento que la planta no vive solo de la tierra en la que brota, sino de la luz, el aire y el agua, elementos no fijados por el catastro ni el padrón municipal.

Volver a explicar que la sociedad sólo se levanta y desarrolla cuando se pone en extrañamiento, desgarramiento, en apertura para recibir la cultura ajena, asimilarla e incorporarla es cansado por ser un hecho de primera experiencia en la historia del bípedo implume, errante desde hace milenios, incluidos el australopiteco que aterrizó en al tierra roja del campamento de Santa Ana.

Para seguir con la metáfora floral-nacionalista, repetir que no hay nada más cutre que llamar jardín a una superficie que repite la misma planta y cultiva la caducidad en lugar de la variedad en los tallos y las raíces por falta de poda y de injerto. Eso no es un jardín, es un invernadero con aire viciado y capataz desmañado dentro, que cultiva, sin enterarse, la mala yerba de un nacionalismo verdulero, excluyente, biologicista y xenófobo.

Espero no soportar ideas tan profundas en la próxima campaña electoral ni tener que concluir que pertenezco a una sociedad vegetal donde los hombres son como los troncos: tantos y solos.

*Licenciado en Filología