TEtTA nos ha roto la cintura a todos. También al Gobierno, claro, aunque para tratar a la banda terrorista, el Gobierno, como forma de reacción, siempre podrá reactivar la maquinaria policial y olvidarse de la política.

Peor lo tiene el nacionalismo vasco, tanto el que gobierna como el que acojona, porque siempre explicó el terrorismo como la causa de un problema político secular ("el conflicto") y ahora no sabe por dónde tirar. O, para ser más precisos, no todos tiran hacia el mismo lado. En este mundo es evidente la imagen de división que se despacha desde que ETA rompió unilateralmente el alto el fuego que unilateralmente había decidido nueve meses antes.

Uno de los efectos del 30-D es la desorientación de los partidos nacionalistas, tradicionalmente indulgentes o menos implicados en la lucha contra el terrorismo. Véanse las reacciones tan distintas que, dentro del nacionalismo moderado, han tenido el presidente del PNV, Josu Jon Imaz , por un lado, y el lehendakari Ibarretxe por otro. O las que, dentro de la llamada izquierda abertzale, han vuelto a enfrentar a la ilegal Batasuna con Aralar, una escisión surgida precisamente por el enfrentamiento de dos sectores por su posición respecto al uso de la violencia como instrumento político.

La patética imagen de Pernando Barrena pidiendo tiempo para pronunciarse sobre la salvajada de Madrid hasta que lo haga ETA, ha sido la más acabada escenificación del sometimiento de Batasuna a la banda terrorista. No menos patética ni menos creíble que una declaración previa de Otegui ahora más escondido, y más acosado judicialmente, cuando justificó el atentado por la falta de generosidad del Gobierno a la hora de los gestos .

Algún descerebrado de ERC --la parte del nacionalismo catalán que entiende y a veces disculpa a ETA-- también ha llegado a declarar que lo de Madrid se veía venir por la resistencia del Gobierno al acercamiento de presos y la legalización de Batasuna (o sea, por no derogación de la Ley de Partidos Políticos). Sin embargo, esta línea interpretativa se ha quedado sin clientela ante el abrumador, masivo y contundente señalamiento de ETA como la única culpable de haber reventado el proceso .

Desde la perspectiva del Gobierno, encaja perfectamente en la lógica de su discurso sostener que tanto la vieja práctica penitenciaria de encarcelar a los etarras lejos del País Vasco como mantener a Batasuna fuera de la ley forman parte de la política antiterrorista. En consecuencia, solo la ausencia de terrorismo puede ser el elemento derogatorio de lo uno y de lo otro. Y hablar ahora de ausencia de terrorismo sería un sarcasmo.

*Periodista