Después de meses de campaña real, se inicia ahora la campaña oficial para las elecciones presidenciales francesas. A dos semanas de la primera vuelta, el partido no se ha decidido porque, pese a los sondeos, aún no se ha jugado. Parece indiscutible que Marine Le Pen pasará a la segunda vuelta del 7 de mayo, aunque en las encuestas la líder del Frente Nacional (FN) y el otro candidato favorito, el centrista Emmanuel Macron, han perdido fuelle en las últimas jornadas. En el caso de Le Pen, es probable que haya aún un voto oculto al FN, mientras que en lo que se refiere a Macron puede deberse a que el punto fuerte del candidato, presentarse por encima de la división derecha-izquierda para atraer el mayor número de votos posible, es también su gran debilidad, ya que su electorado es muy volátil, inestable y poco fiel. Por eso no puede darse por eliminado al aspirante de Los Republicanos, François Fillon, que ha demostrado su tenacidad, a pesar de los escándalos que han fragilizado su candidatura, y que al final ha contado con el apoyo de los otros líderes de la derecha, Alain Juppé y Nicolas Sarkozy, una vez fracasada la rebelión para relevarle. Los últimos días registran asimismo un ascenso meteórico del candidato más izquierdista, Jean-Luc Mélenchon, y la irrelevancia del representante socialista, Benoît Hamon. Una elección, pues, todavía abierta y con la principal incógnita de quién será el mejor candidato para frenar a Le Pen.