Vivimos tiempos que no invitan al optimismo. El sistema económico actual, que nos había prometido riqueza para todos, se tambalea y ya no asegura nuestro futuro. Los ciudadanos de las economías más solventes caminábamos con esperanza hacia la consecución de un bienestar económico y social plausible, pero el sistema ha terminado por devorarse a sí mismo y los ciudadanos estamos desesperanzados.

Esta es la nueva realidad, y a ella sólo se le puede hacer frente con pragmatismo y buen gobierno de los recursos y de la riqueza sostenible que seamos capaces de generar. Pero para este empeño necesitamos recuperar la confianza en las instituciones, en los Estados, en los gobernantes y, sobre todo, en nosotros mismos, tomando conciencia de que los ciudadanos somos el motor que debe propiciar los cambios necesarios que exige la nueva realidad global.

Es posible que ya nada vuelva a ser como antes de esta crisis. Se acabó el tiempo del despilfarro; se acabó la idea de que todos éramos ricos o aspirábamos a serlo. De ahora en adelante, a los habitantes de este ya pequeño, contaminado y esquilmado planeta, sólo nos queda una opción razonable: administrar con equidad e inteligencia los recursos y acostumbrarnos a vivir con austeridad y mesura.

Pedro Serrano Martínez **

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