Cuatrocientos inmigrantes, todos varones, mayores de edad y procedentes de diferentes países africanos y asiáticos, permanecen en un barco del que nadie quiere hacerse cargo. Es un ejemplo más del tráfico de seres humanos. Las mafias han descubierto que sacan más rentabilidad a una chatarra de mercante donde pueden hacinar un número mayor de desgraciados , que pagan por ese viaje a ningún sitio más que por un billete de primera clase en línea regular. Consulados y embajadas en países africanos, origen de la inmigración ilegal, ya habían advertido del riesgo de este nuevo intento de trasporte masivo en barcos de desguace.

Hasta aquí todo conocido, todo previsible, lo inédito es la forma en que se produjo el rescate de esta nave negrera en mitad del Atlántico. Los mauritanos alegan que el barco estaba en el pasillo marítimo entre Senegal y Cabo Verde y se niegan a acoger a los sin papeles; según Salvamento Marítimo pidió auxilio a cien millas de Nuadibú. Arriba o abajo lo que no se explica es qué hacía un remolcador del Ministerio de Fomento en unas aguas que no son españolas y bastante lejos del área marítima que le corresponde.

En el Ministerio del Interior no ocultan su cabreo porque, como en el caso del pesquero Francisco y Catalina , España se ve inmersa en una nueva y lamentable subasta de reparto de inmigrantes aún antes de estos hayan llegado a Canarias.

La actitud de las autoridades de Mauritania, no por esperada, es menos cruel. El barco está en sus aguas territoriales, en unas condiciones calamitosas y, aunque su destino fuera Canarias, no puede seguir la navegación. Es cierto que no han firmado el convenio que obliga a ayudar a los náufragos, pero han recibido más que suficiente ayuda del Gobierno español como para tener medios para atender a estos seres humanos hacinados y sin comida. Tampoco se entiende su alarma ante este desembarco cuando es evidente que ninguno de ellos aspira a quedarse en Mauritania a vivir.

Menos mal que, de momento, la Cruz Roja está facilitando víveres al barco porque esta situación de polizones malditos puede prolongarse días y días mientras el Gobierno español, que se ha visto involucrado de forma insólita en esta tragedia, vuelve a hacer nuevamente de mediador para colocar a los que no quiere nadie.

*Periodista