Llega el tiempo de la Navidad, y con él, un auténtico espectáculo de la solidaridad. En los últimos años la solidaridad se ha convertido en uno de los mayores reclamos publicitarios, muy bien aprovechado por multinacionales, medios de comunicación y las propias ONG. Este panorama nos demuestra que no es solidaridad todo lo que reluce, no es sensibilización todo lo que nos cuentan. Es el tiempo de la blandosolidariad, de la solidaridad convertida en conmoción sentimental, en espectáculo televisivo que comercia con el dolor de que sufre y con la culpabilización del televidente; es la solidaridad que se realiza desde el sillón del salón. Con todo este espectáculo, ¿dónde queda la solidaridad como estilo de vida? Esa que nace de una verdadera educación y no de simples prácticas esporádicas. La verdadera solidaridad nos debe conducir a replantearnos hábitos de consumo justos y responsables, a plantear un verdadero futuro profesional para todos y todas, modificar hábitos que generan despilfarro. Más que en actos solidarios, la verdadera educación solidaria consiste en saber percibir este valor como uno de los centros articuladores de proyectos de vida personal.

JOSE VICENTE GRANADO GRANADO. Cáceres