WCwomo era de prever, el pacto de autorregulación suscrito el 9 de diciembre por las televisiones y el Gobierno para limitar la emisión de telebasura y desterrarla del llamado horario infantil, antes del próximo mes de marzo, se está quedando en un bonito brindis al sol. Tras la firma del acuerdo, la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega anunció que tendríamos "una Navidad sin telebasura", pero las cadenas han demostrado una vez más que en un mercado tan feroz como el televisivo la palabra autocontrol significa menos que nada. Así que han mantenido los mismos programas que hicieron saltar las alarmas y se han limitado, en el colmo del cinismo, a hacer que los presentadores amonesten en directo a sus colaboradores cuando a éstos se les va la mano.

El Gobierno teme que una postura más firme le acarree acusaciones de censura y control, pero también sabe que sin medidas coercitivas las cadenas no van a retirar de sus programaciones los espacios más polémicos, que son también los más rentables. Si el propósito del Ejecutivo es algo más que una declaración de intenciones, se impone la constitución de un Consejo Audiovisual independiente que fije las reglas del juego y las haga cumplir.