Doctor en Biología

Ninguna época del año como el otoño nos permite disfrutar de la refinada estética de la naturaleza, su armonía y variedad. La policromía de la vegetación, la aparición por doquier de setas, ese preciado marisco del bosque, y la fauna invernal, hacen que en ningún momento como ahora seamos conscientes de un concepto difícil de entender como la biodiversidad.

La necesidad de proteger nuestro patrimonio natural y su diversidad genética está plenamente justificada por su importancia ecológica y exige, entre otras medidas, la realización de inventarios y censos que pongan de manifiesto cuáles son las especies más vulnerables a corto plazo en el caso de Extremadura.

En lo que se refiere a la fauna, paradójicamente la historia de la protección de muchas especies ha estado desde los primeros momentos regida por su posible aprovechamiento cinegético.

En la labor proteccionista las instituciones públicas, Junta, universidad, ONGs, centros de investigación y jardines botánicos, desempeñan un importante papel, llevando a cabo plantaciones de aquellas especies que representan a nuestra flora y creando bancos de germoplasma para conservar la diversidad genética. Algunas especies pueden llegar a desaparecer de no mediar una intervención que elimine las causas, la mayor parte derivadas de actividades humanas, que han conducido a modificaciones importantes en su hábitat y a la reducción en sus efectivos por debajo de los mínimos considerados viables. La situación puede llegar a ser tan grave en algunos casos que la recuperación, como ya ha ocurrido con algunas especies, deberá realizarse mediante la reproducción en cautividad (la denominada conservación ex situ).

Por ello cobran importancia los programas que se realizan con actuaciones tanto científicas como tecnológicas (manejo del hábitat, reproducción asistida, investigación), y de carácter social (educación, divulgación y sensibilización), ya que no podemos olvidar las resistencias de algunos grupos sociales a las políticas de conservación, en especial por su falta de comprensión de la gravedad de los problemas, ni las dificultades para modificar algunos usos y actitudes, ni, por supuesto, las deficiencias en el conocimiento científico. Pero esta contribución a evitar la pérdida de diversidad biológica puede suponer la incitación a que todos los colectivos implicados tomen conciencia de que es preciso inventariar, conocer y proteger.

Nuestra región presenta en su extenso territorio una abigarrada pluralidad de realidades tanto físicas como humanas que bien pueden servir de base para la puesta en valor de las diversas opciones. Los valores naturales junto a los bienes culturales, antropológicos y artísticos pueden convertirse en posibles puntos de interés de un turismo rural adaptado o ecológico y, por consiguiente, una orientación para la planificación y el desarrollo local.

Desde finales de los ochenta existen una serie de disposiciones proteccionistas que podríamos reunir en dos apartados: las disposiciones que protegen determinados espacios o terrenos y, en consecuencia, a las especies que en ellos se encuentran y las disposiciones que las protegen directamente.

Para garantizar la conservación de la flora y fauna silvestres se han transpuesto al ordenamiento jurídico español las directivas de la UE sobre protección de la misma. Existe también el catálogo nacional de especies amenazadas, y están previstos otros catálogos establecidos por las comunidades autónomas en sus respectivos ámbitos territoriales. Otras actuaciones positivas en la protección de la flora y fauna se muestran en la adhesión a convenios internacionales.

Extremadura se ha comprometido a adoptar las medidas necesarias para la conservación de la diversidad biológica. El compromiso se ha concretado en directivas y reglamentos comunitarios, entre los que se encuentra la denominada Directiva de Hábitats, que tiene como finalidad asegurar en el territorio comunitario la conservación de los hábitats naturales y seminaturales y las especies de la flora y fauna silvestres.

El objetivo es conseguir que el medio natural sea un motor de desarrollo de su entorno y lograr la complicidad de la población de la zona en la defensa de estos espacios, donde ahora "se producen ciertas tensiones entre los intereses de conservación y desarrollo".