Las cifras de la EPA son malas. Se destruye empleo (252.000 en el trimestre) y sube el paro (286.000), cuya tasa alcanza ya el 20%, el doble que en la zona euro. Imposible maquillar la realidad: 4,6 millones de parados, dos millones más que al inicio de la crisis, es un desastre. Y hay 1,3 millones de hogares en los que todos sus miembros están sin trabajo, aunque la mayoría son unipersonales. Pero tanto la pérdida de empleo como la subida del paro (superior al incrementarse la población que quiere trabajar) se desaceleran.

En el primer trimestre del 2009, lo más hondo de la crisis, desaparecieron 766.000 empleos, un ritmo anual del 6,4%. Ahora son 252.000, un 3,6%. El paro también se frena: 286.000 más y una tasa anual del 15% frente a 803.000 y el 84% de hace un año. El paro de los inmigrantes es superior (30% frente al 20%), aunque su incremento es ya menor: 7% frente al 17% de los españoles.

Más de 4,5 millones de parados es una pesada losa (en Cáceres, por ejemplo, en el último año se han cerrado en torno a un millar de negocios, tal como reflejaba una noticia publicada en nuestra edición de ayer).

El paro, sin duda, castiga la vida de las familias, forzadas a bajar su consumo y pasar apuros al pagar sus créditos. Lastran la recuperación y agravan la morosidad bancaria, lo que impide normalizar el crédito. Hay que reducir el paro para volver a crecer. Y no es fácil. El impulso del Estado bajará por la lucha contra el déficit público, necesaria para que nos sigamos financiando en los mercados.

Y las empresas solo contratan si tienen pedidos, si sube el PIB. Es el pez que se muerde la cola. No se creará empleo sin aumento del PIB, y no creceremos si el paro sigue subiendo. El empleo depende de la recuperación de la demanda y de la exportación, que este año va bien. Pero la dualidad del mercado del trabajo es un corsé. La destrucción de empleo se ceba mucho más en los contratos temporales (1,4 millones) que en los fijos (215.000) desde la crisis. Las empresas despiden pensando solo en el coste, y así el paro juvenil (16-24 años) es del 41%. Brutal e insostenible.

El Gobierno ha sido prudente al apostar por el diálogo social, ya que la conflictividad lo empeora todo. Sin embargo, urge flexibilizar la negociación colectiva "las empresas tienen que adaptarse a la coyuntura" y corregir la dualidad del mercado del trabajo, que frena la modernización del aparato productivo. Ahora el error sería que negociar impidiera gobernar.

Y el dato alentador de abril, 20.000 parados menos, cuando subieron en el 2008 y 2009, no altera la ecuación. Dice solo que lo peor no es lo seguro.