WEw l éxito de la convocatoria conservadora del último sábado realizada en Estados Unidos por Glenn Beck, una estrella de la cadena televisiva Fox, y Sarah Palin, candidata republicana a la vicepresidencia en el 2008, ha consagrado el tirón del Tea Party . A lomos del descontento de la América profunda con el pragmatismo de Barack Obama y a dos meses de unas elecciones legislativas decisivas para el despertar neocon , la movilización ha devuelto la esperanza a quienes temieron que la última victoria demócrata fuera el primer paso de una restauración liberal. Y, al mismo tiempo, ha obligado a los republicanos más templados a mirarse en el espejo de la extrema derecha para aspirar a la victoria en las elecciones de noviembre. Una mezcla de patriotismo agresivo y fundamentalismo religioso se ha adueñado del universo conservador norteamericano. Frente a la comunidad organizada bajo el paraguas de la Constitución y de las tradiciones republicanas surge de nuevo el espíritu del pueblo elegido, con un cometido universal que cumplir, una utopía muy arraigada en el pensamiento conservador. Frente al multilateralismo, los requisitos de un estatu quo internacional y la autoridad del Estado, renacen el individualismo exacerbado, la fe revelada y la soberbia del unilateralismo irreductible. Todo ello cocinado a la sombra del monumento dedicado a Abraham Lincoln y con el recuerdo de Martin Luther King en la memoria de la sociedad conservadora. Es comprensible la alarma creciente en las filas del republicanismo más sensato y acreditado.