Dramaturgo

Nevar, nevar, lo que dice nevar, en Badajoz, sólo lo he visto un par de veces en mi vida y, para el caso, lo que cayó se deshizo antes de que hiciera el primer muñeco. Badajoz no es ciudad de nieves porque está alejada de altas cumbres y su altura con respecto al nivel del mar es poca. Pero hay afición a la nieve, mucha afición, y algunos pacenses aprovechan las vacaciones para salir hacia Gredos y otras latitudes buscando el blanco manto. Luego se mueren de frío, patinan en las heladas carreteras, se cogen anginas y vuelven con el automóvil abollado, pero han-hemos estado en la nieve, hemos pisado la nieve y eso basta, (algunos traemos un poco de nieve en un plástico para enseñarla a los amigos). A mí la nieve no me gusta porque la encuentro un poco fría para mis apetencias y porque su lejanía es la causa de que en Badajoz no haya tiendas con esquíes, que me flipan, y que cuando llega un puente o unas vacaciones invernales, nos quedemos más solos que la una (en las últimas vacaciones, entre la nieve y el circo del Sol, hemos estado cuatro en la ciudad).

Como no me gusta criticar únicamente y quiero ser constructivo, sugiero a los responsables de hacer de Badajoz un emporio de festejos y cultura que pongan nieve artificial donde sea (lo más lógico es que la pongan en la Cuesta de Pajaritos para que los niños se tiren resbalando en trineos o en bolsas de Pryca). Con nieve nuestra y en el casco antiguo ganaríamos en potencial turístico y nos ahorraríamos una pasta, aparte de tener nieve cuando nos dé la gana y sin esperar a que el hombre del tiempo ponga una estrella de congelación en Badajoz (que no la pone nunca). ¡Ah! Y se abriría la tienda de los esquíes, ya ven.