Uno de los conceptos que subyacen tras la fiesta que celebramos cada seis de enero es lo que en psicología se llama condicionamiento instrumental: un individuo está más predispuesto a repetir una conducta si sus consecuencias son positivas. "Si no te portas bien, los Reyes Magos no te traerán regalos", es un recurso fácil de los padres con los niños revoltosos. La mecánica de premios y castigos es trasladable a toda la actividad humana, y desde luego también a la política.

"Portarse bien" significa que cada uno de nuestros actos se adecue a lo que se espera de nosotros, para que ningún engranaje salte por los aires y todo siga funcionando como "los mayores" (las élites, en política) han decidido que funcione. Existe, por tanto, un componente reaccionario en la idea de portarse bien, por más que también sea una condición en parte necesaria para un cierto orden social.

El equilibrio entre respeto, obediencia y sumisión es muy precario.

En los partidos políticos a los niños revoltosos se les llama versos sueltos, aunque en mi opinión no sean exactamente lo mismo. Igual que en la obediencia, también hay matices en la rebeldía: la hay genuina, estratégica, puramente estética, obligada y a veces hasta perfectamente organizada. Solo la cultura política acumulada nos permitirá distinguir adecuadamente. En cualquier caso, soy de la opinión de que la rebeldía, cualquier tipo de rebeldía, es útil: la sociedad que hemos construido es tan absolutamente servil, que cualquier mínimo acto disruptivo desencadena reacciones inesperadas y puede provocar pequeños cambios descontrolados y transformadores.

Quizá Rosa Díez es uno de los ejemplos más destacados, porque abandonó el PSOE para fundar UPyD, y con ese movimiento político ha logrado convertirse en la líder mejor valorada del país y arañar en torno a un 10% del electorado, según se estima. Su rebeldía era evidentemente estratégica, marcada por la consideración de que su ego está por encima de cualquier proyecto colectivo.

Otro de los más evidentes es el ejemplo de Alberto Ruiz Gallardón , con el que se popularizó la expresión "verso suelto". Durante mucho tiempo quiso parecer una excepción progresista dentro de un conservador PP, pero su ley del aborto nos ha demostrado que es justamente al revés. En este caso se trataba de una rebeldía estética (para revestirse de un ropaje que ocultara la verdad) que por supuesto tenía un componente estratégico: de hecho, gracias a ella ha llegado a ser Ministro de Justicia.

Quizá uno de los casos más interesantes sea el de Jorge Verstrynge , secretario General de AP (germen del PP) desde 1979 hasta 1986, cuando abandonó su grupo parlamentario para integrarse en el grupo mixto. Afiliado al PSOE en 1993, ha estado después más cerca de IU, ha sido entusiasta del 15-M y la PAH, y ha colaborado con Hugo Chávez . En mi opinión, se trata de un caso claro de rebeldía genuina, siempre fácilmente distinguible del resto porque quien la ejerce no suele estar en posiciones de poder.

Ahora, por ejemplo, José Antonio Monago es el 'barón rojo' del PP. Su evidente distanciamiento de la ley del aborto impulsada por Gallardón lo ha vuelto a poner en la palestra. El hecho de que sus posiciones sobre el aborto de hace unos años no coincidan con su actual postura y el gran esfuerzo que el Gobierno de Extremadura está llevando a cabo en el área de comunicación parece indicar que no se trata precisamente de una rebeldía genuina.

Pero Monago lleva en primera línea política poco tiempo y es pronto para realizar un juicio contundente, pues hay muchos factores en juego. Uno de ellos es que desde Extremadura es difícil gobernar si no es con un punto de rebeldía (Juan Carlos Rodríguez Ibarra , con su estilo, también se caracterizó por ella), pues la región tiene tan poco peso en Madrid que muchas veces es el único modo de que se la respete. Por otro lado, Monago está gobernando con la asunción de IU, y por tanto podría tratarse de una rebeldía instrumental, obligada. También parece claro que su victoria en Extremadura le ha colocado en buena posición para pelear por el poder dentro del PP, y por tanto es seguro que tiene un punto estratégico, hipótesis reforzada porque esa actitud también le favorecería claramente para revalidar victoria electoral.

No es menos cierto que muchos de sus discursos y artículos están claramente atravesados por ideas que no son habituales en el PP y, sean estéticos o genuinos, le están comprometiendo tanto que no será fácil desligarse de esas palabras en el futuro. Se trata de un caso muy particular que merece la pena ser observado, aunque parece encajar mejor en la definición de niño revoltoso que en la de verso suelto. Veremos qué tal se portan los Reyes con él.