TLta revista de la Asociación Médica Americana, JAMA, ha publicado un escalofriante artículo sobre los niños que sufren por causa de las guerras o que son parte activa de ellas. Los datos que aporta deberían hacernos reflexionar. Pero no lo consiguen, tal vez porque las cifras son sólo eso y no le ponemos rostro ni nombre a una tragedia descomunal.

Se calcula que hay entre 250.000 y 500.000 niños soldados --tantos como los que nacen cada año en España-- que en lugar de un libro y un lápiz tienen entre sus manos un fusil. Y que lo usan contra otras personas, incluso otros niños. Hay, además, un millón de niños en centros de detención. Dos millones de menores han muerto ¡en sólo una década!, a causa de la guerra. Seis millones más han resultado heridos. Y treinta lugares del mundo albergan hoy conflictos donde la salud física y mental de estos chavales se juega a la ruleta y siempre toca perder. Los psicólogos que han evaluado a estas víctimas, porque eso es lo que son, señalan que el 92% de los menores, de edades entre los 11 y los 18 años, habían presenciado un asesinato y el 54% había matado a alguien. Un 28% había sido forzado a mantener algún tipo de contacto sexual.

Los niños soldados son secuestrados en la calle, sacados de sus escuelas o forzados a abandonar su casa a punta de pistola. Si usted tiene hijos en esas edades, mírelos un momento ahora. "Nadie permanece inalterable a los eventos traumáticos de una guerra", dice JAMA. Los investigadores aseguran que las personas más afectadas por el trauma de la guerra son más proclives a justificar la violencia como el mejor medio de resolver el conflicto. Eso sucede igual en la violencia doméstica: las víctimas acaban justificando al agresor.

Casi siempre es más cómodo mirar hacia otro lado y olvidar que de los 25 millones de refugiados que Acnur estima que existen en el mundo, la mitad son niños y que muchos de ellos --cien mil sólo en Europa, entre tres mil y cuatro mil cada año en España-- son menores no acompañados, que es el eufemismo que empleamos para no hablar de niños sin raíces, sin familia, sin afecto. Acabo de leer que el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Pekín ha rescindido el contrato con 4 fábricas chinas que utilizaban mano de obra infantil. Enhorabuena. El día en que se persiga penalmente a quienes explotan a niños o a quienes les dan un arma y se premie a quienes les ofrecen una escuela, habremos empezado a cambiar el mundo. Pero no parece que estemos en esa onda.