Hace menos de dos años que Pablo Iglesias recordaba tiernamente en la Cadena Ser cómo conoció a su todavía número dos. Llegó el líder, procedente de Derecho a Políticas, donde pronto y no solo por su magnífico expediente iba a convertirse en el rey, y ya conocía de oídas a un chaval muy listo que aparentaba seis años. Entonces lo vio, sentadito el pequeñín, en la puerta de la cafetería echándole un sobrecito de azúcar a un panecillo. Cuando le preguntó por qué lo hacía, la respuesta fue que así era como si se comiera un suizo. Entonces le dieron ganas de adoptarlo «al pobrecito» y ·efectivamente lo adopté». Lo de pequeñín es de esta impertinente. El resto, todo de Pablo.

Hoy el antaño pequeñín que sigue conservando su aspecto de Tintín, se le ha subido a la chepa y anda la situación en la formación --¿podemos llamarla todavía emergente?-- tan fraternalmente liada en trifulcas tan fraternas que hasta Bescansa, esa madre sensata, aunque últimamente arrinconada por Montero, ha intentado poner sensatez en la disputa. Mas la anécdota se habría perdido en la oscura memoria de esta curiosa, si Iglesias no hubiera amanecido ayer, a las puertas que estamos de Vistalegre dos, con la pretensión de que puedan afiliarse en su partido, votar, y por tanto tomar parte en las decisiones esenciales, los niños de catorce años.

Porque, del dulce encuentro a las puertas de la cafetería se deducen tres cosas. La primera, que Íñigo se pirra por el azúcar amén de que posee un envidiable metabolismo, al estilo de ese Peter Pan en que se ha convertido Verstrynge. La segunda, que la atracción y fe de Pablo en el juicio y criterio de la extrema juventud viene de antiguo. Y la tercera, que el todavía líder de Podemos ha emprendido una carrera de disparates que le llevan desde a hablar con un tronco a querer erigirse en el señor de las moscas.

Y no es que cumplir años garantice la madurez, ahí tienen el caso de esos naranjas setenta años dueños de la Casa Blanca. Pero al menos proporciona la oportunidad de recibir la formación y educación deseables para actuar con responsabilidad.

* Profesora