El seguro médico de Muface que mi madre, de ochenta y seis años, lleva pagando toda la vida con su sueldo de maestra, no tiene la obligación de ofrecer servicios de geriatría, y, por supuesto, no lo hace. Para qué, si es un gasto claramente innecesario. Los funcionarios, ya se sabe, dejan esta vida muy pronto, sin tener que recurrir a los servicios de un geriatra, o llegan a la vejez tan sanos que lo más que se les ofrece es algún dietista o un preparador físico, si me apuras. O mueren al pie del cañón, apagando fuegos, deteniendo ladrones, regulando el tráfico, o entre cartas, pupitres, operaciones a corazón abierto, extracción de muelas… cosas así, sin importancia. Luego me entero de que el seguro tampoco cubre el servicio de geriatría aunque lo hayas contratado de forma privada, y ya me pierdo.

Que solo la Seguridad Social disponga de atención especializada para las personas mayores dice mucho de nuestro sistema sanitario. Mucho y bien de la sanidad pública, y poco y mal de la privada. Pueden ofrecerte otros especialistas, sí, porque están obligados, pero justo el que necesita una persona que lleva cotizando más de sesenta años no está disponible. Y yo me pregunto si las mentes retorcidas no han caído en que todos envejecemos, tarde o temprano. Y también me pregunto a qué esperamos los demás para quejarnos, como si no fuera con nosotros, como si dejar sin atención especializada a las personas mayores fuera cosa normal. Total, ya han vivido de más, y ahora solo son una carga para el sistema sanitario que llevan sosteniendo toda su vida.

Así es, te dicen con amabilidad los mismos que dentro de nada llegarán a viejos. Y te vas a casa, hundida en la miseria de pensar qué clase de seres humanos somos, que olvidamos lo esencial mientras nos perdemos en lo prescindible.

*Profesora y escritora.