Dramaturgo

A veces las palabras matan más que las bombas y una frase dicha en un momento puede pasar del halago a la bofetada. Pedir no a la guerra ha sido siempre un gesto noble, un grito de hombres de buena voluntad, pero ahora puede convertirse en frase de alto riesgo. Decir no a la guerra entre jubilados de Arganda del Rey que van a aplaudir a Aznar a un polideportivo, te puede costar caro, te rompe las gafas, te llena el cuerpo de moratones, te descalifica y convierte a una viuda argandeña en marine de la V Flota de EEUU.

Decir no a la guerra será la frase de la década en España (si es que llegamos a cumplir la década) y dividirá a los españoles, de nuevo, en dos bandos irreconciliables.

Decir no a la guerra ahora que gobierna en el mundo la extrema derecha norteamericana, puede convertirse en la estrella amarilla que señalaba a los judíos, que los llevaba al holocausto, que los exterminó cuando en Europa gobernaba la extrema derecha, las ideas de la extrema derecha, las mismas ideas que movieron a Hitler a invadir preventivamente medio mundo y que promueven ahora la guerra preventiva.

Decir no a la guerra está haciendo que los actores y actrices antes admirados, sean culpables de la crisis del cine español (obviando temas como el imperialismo cultural, cuotas de pantalla, etcétera) que es como culpar a los cochinillos del auge de la hamburguesa y la comida basura. Decir hoy, sábado 15 de febrero, no a la guerra, junto a millones de seres humanos, es decir que amamos la vida, que odiamos las dictaduras, que abominamos de las extremas derechas históricas, es decir, que uno quiere la Paz, sólo eso.