Vivimos en una sociedad que continuamente nos pone a prueba. Escuchamos la maldita palabra estrés por todos sitios. El estrés es una respuesta de nuestro cuerpo ante una situación a la cual no está acostumbrado. Esta reacción del cuerpo es buena siempre que se sepa dominar, pues en este mundo nos llegan problemas continuamente y nos tenemos que ir adaptando para tratar de solucionarlos. Lo malo es cuando estas situaciones nos desbordan y no tenemos recursos para solucionarlas, bien porque el problema sea de una envergadura tal que nos supere o porque nos vengan de golpe varios y no sepamos dar prioridad a los más importantes. Es en ese momento cuando el estrés empieza a ser un problema y puede dañar seriamente nuestra salud.

Estas situaciones pueden venir provocadas por un problema familiar, por el trabajo o, simplemente, en las relaciones con las personas de nuestro entorno. La forma de solucionar estos problemas es la tranquilidad y la serenidad. Nunca hay que dejarse llevar por los nervios, porque sería como precipitarnos hacia el vacío. Se debe analizar cada problema y ver si podemos resolverlo o si necesitamos ayuda de otras personas. A veces, vivimos tal ritmo de vida que no somos capaces de darnos cuenta de que estamos estresados continuamente. Es decir, vivimos en permanente estrés, sin tan siquiera percatarnos de ello. Esta es la vida que estamos viviendo, y esta es la vida que, algunos, nos hemos buscado. Pero esto es peligrosísimo, porque nuestro cuerpo no puede estar sometido constantemente a esa presión y a ese ritmo. Tal vez tendríamos que seguir más a menudo el refrán que dice: Vísteme despacio, que tengo prisa .

Joaquín Tomás Fortunati **

Correo electrónico