XDxesalentador, penoso, imperdonable. Pongan el calificativo que quieran, siempre que venga a reprobar la autodestructiva falta de consenso entre quien gobierna (PSOE) y quien puede gobernar (PP), en materia de política antiterrorista.

Si el calificativo es reprobatorio, acertarán. Pero si van más allá a la búsqueda del culpable, se meterán en un lío. O sea, entrarán en el juego insensato en el que nos hemos metido la clase periodística y la clase política. No tenemos disculpa ni perdón. El escenario es insoportable y suicida.

La situación se puede resumir así: el partido que gobierna acusa al que aspira a gobernar de obstruir el proceso de pacificación en el País Vasco, mientras que el que aspira a gobernar acusa al que gobierna de estar preparando la rendición del Estado ante ETA. Las dos acusaciones son perversas y ninguna de ellas responde a la verdad. Ni la de ida ni la de vuelta. ¿Por qué? Porque todo el estrépito de estos días sobre los enigmáticos pasos del Gobierno para contribuir a que ETA salga de nuestras vidas responde a intereses partidistas. Así hemos acabado politizando un objetivo nacional (de todos los españoles bien nacidos, vascos y no vascos). Y así hemos generado un debate falso.

Falso y artificial, porque artificial y falso es el argumento de partida. A saber: por un lado, que el PP está dispuesto a impedir el proceso de pacificación sólo por evitar que Zapatero se ponga la medalla; por otro, que el Gobierno socialista está dispuesto a vender a las víctimas o a pasar por todo lo que imponga ETA a cambio de una promesa de pacificación.

Hay que negar la mayor. Es imposible encontrarle acomodo mental a esas dos valoraciones, ni a la una ni a la otra, sin incurrir en una especie de prevaricación ante uno mismo. ¿Quién puede sostener seriamente que a Rajoy no le interesa la desaparición de ETA, a pesar de Zapatero, o que Zapatero ha decidido suicidarse políticamente mediante su rendición dialogada ante una banda terrorista?

Pero todavía seguimos dándole vueltas a lo que dijo el presidente del Gobierno el otro día en Nueva York: que se va a intentar el fin de ETA, que espera contar para ello con las fuerzas políticas y con todos los españoles, y que lo que se haga se hará dentro del Estado de Derecho.

¿Quién puede estar en contra de semejante formulación? Sólo quienes, por razones políticas u otras, no crean ni media palabra en boca de este presidente del Gobierno, en éste o en cualquier otro asunto. Pero eso ya tiene otro tratamiento. Cada uno es muy libre de otorgar más o menos crédito a lo que dice y lo que hace Zapatero. En democracia, eso se traduce en votos. Ya veremos.

Todo el estrépito de estos días sobre los pasos del Gobierno para contribuir a que ETA salga de nuestras vidas responde a intereses partidistas. Así hemos acabado politizando un objetivo nacional y así hemos generado un debate falso