Conductas y actuaciones que en otros tiempos menos acostumbrados a la vulgaridad y el escándalo hubieran ocasionado críticas y correcciones, repudio general, pérdida de prestigio o incluso caídas de gobiernos, hoy estamos tan habituados a verlas a diario desde el salón de casa que, pese a su continua presencia, ofensiva o amenazante o angustiosa, tendemos a colocarlas en la otredad, como si nos fueran ajenas, como si no nos atañeran y hubieran perdido su bajeza, su vulgaridad o su maldad.

No quiero acostumbrarme ni que mis alumnos se acostumbren y pierdan la capacidad de sorprenderse que es la antesala de la falta de curiosidad, de la desmotivación intelectual. No quiero que consideren las aberraciones como algo natural ni que no se pregunten cómo es posible que estén ocurriendo. No quiero que la fuerza de la costumbre las revista de inevitabilidad.

No me quiero acostumbrar a que un día sí y otro también, diarios de gran difusión publiquen artículos de personajes supuestamente doctos, redactados de modo pésimo. Abundan ahora en relación al tema catalán y duele ese repetidísimo «es por esto que» a diestro y siniestro, en lugar del correctísimo «por eso». Llámeme trivial, querido lector, con lo que está cayendo, pero permítame el berrinche.

No me quiero acostumbrar a esos famosos del deporte a los que se les permite y no se les afea, por ejemplo, criticar a un jugador, no porque haya jugado mal, porque haya hecho una entrada peligrosa, porque se haya peleado con un contrario o por insultar al árbitro, sino porque se ha lesionado gravemente.

Y tampoco estoy dispuesta a acostumbrarme a que un parlamento autonómico de un país democrático, tras aprobar unas leyes saltándose la legalidad, se blinde en modo dictadura y cierre porque sí la cámara que representa a todos los ciudadanos, hurtando así a los representantes del pueblo la voz que tantos desean oír. Y no entiendo cómo este último hecho gravísimo no ha levantado mucha más protestas de todos aquellos a los que el nombre democracia les chorrea como babas cada vez que abren la boca.