La canción se llama «cuatro babys», la canta un tal Maluma, y es de un machismo tan descarnado y repulsivo que ya ha provocado la habitual petición de retirada en change.org. ¿Debe uno subscribir esa petición? Pese a la repugnancia moral que provoca la canción, creo que la respuesta debe ser no.

Es una cuestión de principios; cantar una canción no vulnera ninguno que sea fundamental, prohibir que se difunda sí: el de la libertad de expresión. Se trata, también, de mantener claras ciertas distinciones: decir, ver, oír, leer... no son lo mismo que hacer. Que te guste una canción machista no te hace necesariamente machista, como que te guste ver El Padrino no te hace obligatoriamente mafioso.

Pero más allá de todo eso, hay otro motivo puramente pragmático: si pretendemos acabar con las actitudes sexistas prohibiendo canciones, libros o canales de youtube, no solo fracasaremos estrepitosamente, también daremos aliento a medidas que -como la censura moral- son siempre, sin excepción, contraproducentes.

Veamos. O nuestra cultura (ya) no es machista, en cuyo caso canciones como las de Maluma serían irrelevantes, o lo es y mucho, que es lo que yo creo. Pero si somos tan machistas lo que conviene entonces no es prohibir la canción de Maluma, sino todo lo contrario: hacer que se escuche en todos sitios, en las escuelas especialmente Y analizarla allí con los más jóvenes, mostrarles lo que significa (si es que no lo saben ya), y tratar con ellos de los valores morales que transmite.

Puede que logremos convencer a los que consumen ese tipo de música- si es que no están convencidos ya- de que los modelos humanos que se reflejan en las letras son, en gran medida, despreciables. Esto sería el mayor de los triunfos. Seguirían, tal vez, escuchando y bailando esas canciones, sin que eso supusiese incoherencia o «hipocresía» alguna. A mis alumnos (alumnas, sobre todo) de la ESO les gusta el reggaeton, aunque no compartan -dicen- los modelos sexistas que se exhiben en las letras. Es una música divertida, sensual, vitalista -dicen- y se lo pasan bien con ella. ¿No basta con esto? Yo les confieso que con su edad me pasaba las horas oyendo música punk, y no por eso me convertí en un enemigo de la sociedad. Conviene no mezclar de forma simplona el arte (o la expresión cultural que sea) con la moral, y mucho menos con la moralina.

En cualquier caso, si de verdad queremos que nuestros jóvenes no se traguen, ni por simple roce estético, el hediondo mensaje sexista que incluye, por lo normal, este tipo de música, lo último que debemos hacer es prohibírsela o darles discursos de feminismo. Se precisa de una alternativa mejor. Lo primero es escucharles y hablar con ellos (nada de discursos). Lo segundo es no solo convencerles (o intentarlo), sino también seducirles. Reconozco que no es fácil. Si algo tienen a favor los Maluma y compañía es la innegable atracción que despiertan. Tenemos que encontrar algo con el mismo «glamour» y poder de engatusamiento de esos raperos macarras y machotes. Para la próxima clase les he propuesto a mis alumnos que busquen vídeoclips de reggaeton que transmitan un mensaje alternativo al de Maluma. En seguida han empezado a soltar nombres, que si la Mala Rodríguez, que si otra que se hace llamar Bad Gyal, que si la que canta «lo del Mercadona»...

Todo menos convertir la dichosa canción de Maluma (y diez mil parecidas) en un asunto inmoral o ilegal en el que, como es obvio, todos van a indagar de cualquier manera -con el consabido plus de entusiasmo que despierta lo prohibido-. Más vale escuchar con ellos «cuatro babys». Comprobar alucinado como se saben la letra y cada paso de baile. Reírse un rato (nada como la risa para disolver mitos y dogmas). Y luego ponernos a discutir. Tal vez, y como dice el guaperas que la canta, «los metamos en un lío / a todas (las razones) quieran darle / y ya los tengamos confundíos...». Ahí empieza todo.

*Profesor de Filosofía.