Toda la legitimidad para Pedro Sánchez, sin duda, aupado por la militancia y depurado por el partido (y no digo ‘democráticamente aupado’ porque no sabría qué anteponer entonces a ‘depurado’, no tratándose precisamente de la depuración del hígado o los riñones). Asimismo, toda la habilidad para Susana Díaz, que ha sabido hacerse esperar -querer, diría ella, más andaluz- manteniendo el suspense sobre su candidatura a la secretaría del partido. Desde que gobierna Andalucía, ¿cuántas veces habrá anunciado que anunciaría que iba a anunciar...? Lo hizo primero con el ‘si’ (me presento, no me presento) y finalmente con el ‘cuándo’.

Tal es la popularidad de Sánchez y de Díaz que incluso han generado sus respectivos movimientos: el ‘sanchismo’ y el ‘susanismo’. Ignoro la autoría del término ‘sanchismo’, poco afortunado, desde luego, aunque a Sánchez le parece bien, pues considera ‘sanchistas’ a sus seguidores. Pero sé quién es el autor de ‘susanismo’: el primero en hablar de ‘susanismo’ e incluso de ‘susanato’, nada más llegar Díaz a la presidencia de la Junta de Andalucía, fue el periodista Fernando Santiago Muñoz, y no para bien. En todo caso, por mayo, allá por mayo, será ’sanchismo’ o será ‘susanismo’.

¿Así? ¿O ‘sanchismo’ o ‘susanismo’, sin más? ¿Qué hace entonces ahí Patxi López, en el medio, tan desnortado que no tiene ‘ismo’ que le distinga? Lo que López tiene en contra no es que gobernara con el PP en el País Vasco -dando fin a los gobiernos del nacionalismo vasco, por cierto-, porque lo mismo o similar está haciendo ahora el PSOE con el gobierno de Rajoy. Tampoco tiene en contra el haber renunciado al ‘no es no’ de Sánchez, considerado traición. Aunque parezca ‘boutade’, lo que López tiene en contra es esa convención de que el líder de los socialistas ha de ser necesariamente andaluz, o mejor andaluz, ¡qué coño un Patxi!

Pero como las ‘boutades’ son como las desgracias (nunca solas), he aquí la mayor. Solo por no haber creado ningún movimiento, a diferencia del ‘sanchismo’ y el ‘susanismo’, López merecería la secretaría general. No sería un mal partido, no, ese partido ‘lopecista’.