El Lusitania Express, el tren que de madrugada hace la ruta entre Madrid y Lisboa, descarriló ayer cerca de San Vicente de Alcántara. No hubo que lamentar desgracias personales: ninguno de los 38 viajeros que llevaba sufrió daño, aunque tuvieron que continuar el viaje hasta Lisboa en autobús.

Es la segunda vez en poco más de un año que descarrila este tren en esa zona. En ambas ocasiones por lo mismo: las condiciones de la vía son tan malas que la lluvia o al escaso mantenimiento provoca la salida del convoy.

Lo que descarrila cuando descarrila el Lusitania no es solo el tren, sino la conexión ferroviaria entre Madrid y Lisboa por la región; descarrila el compromiso de los responsables de Renfe; descarrilan los acuerdos firmados en 2004 con la Comunidad Autónoma para el mantenimiento del tren tradicional; descarrilan también las promesas imposibles de cumplir sobre la alternativa a esta línea, que es la del AVE; y descarrilan las medidas de seguridad, porque dos accidentes en la misma zona, a pesar de que el tren circula poco más que a paso ligero, es como para plantearse si hay alguien a quien no le importa jugar con la posibilidad de que algún día el Lusitania Express interrumpa el viaje por una desgracia.