Los padres de la pequeña Beliza no podían pensar que su nombre fuera un estigma que debía ser extirpado. Se lo pusieron con todo cariño en honor a una bisabuela. No planteó ningún problema en el Registro Civil, así está inscrita en el Libro de Familia y en la Seguridad Social, y, sobre todo, ese es el nombre al que responde con sus gestos de bebé feliz cuando alguien lo pronuncia. Así las cosas, los padres debieron de quedarse de piedra cuando una funcionaria del juzgado de Majadahonda, en Madrid, les comunicó que con un nombre así no podía tramitar su solicitud para que la pequeña adquiera la nacionalidad española: "Ese nombre no existe ni tiene sexo definido", les dijo.

XAPARTE DEx la bisabuela de esta niña, si uno teclea Beliza o Belisa en Google encuentra casi 400.000 entradas repartidas casi al cincuenta por ciento, muchas de ellas referidas a mujeres que inspiraron en el pasado a insignes escritores o que en el presente escriben, actúan, investigan, publican... vamos, que deben existir. Y eso dando por bueno que la preexistencia de un nombre sea condición esencial para su validez. Si Adán y Eva hubieran nacido en Majadahonda, la identificación de los hombres y mujeres que después han sido hubiera planteado problemas irresolubles.

En cuanto a la definición del sexo, que parece evidente tratándose de una niña, sorprende la preocupación de la funcionaria en un país en el que tienen documento de identidad hombres que se llaman Rosario o Cruz , mujeres que se llaman Reyes o Valle , y ciudadanos que recogen en su nombre la esencia de los dos sexos, como los José María o las María José . Tener un nombre es un derecho fundamental de cualquier persona y los únicos límites que marca la ley es que éstos no sean diminutivos, se presten a la confusión de sexos ni sean ofensivos para el niño. Parece que Beliza no presenta ninguno de estos problemas.

Lo de la ofensa merecería reflexión aparte. Parece evidente que a una niña nacida hoy no se la puede llamar Depresión o Espasmos, ni Columna o Autovía, sin que ese nombre sea una pesada carga toda su vida, aunque nuestro Registro Civil no plantee problemas para seguir inscribiendo con naturalidad a pequeñas que se llaman Angustias o Dolores , Pilar o Camino , lo que demuestra que la admisión de las rarezas tiene carácter cultural y asimétrico.

Lo lógico es que alguien corrija pronto este desafortunado asunto. Aunque también cabe que el ejemplo cunda. Igual que la pequeña Beliza, otra mujer colombiana, Darling Vélez Salazar , ha sido requerida por un juez del Registro Civil de Madrid para que se cambie el nombre si quiere obtener la nacionalidad española. Ya he avisado a mis amigos Amado y Amador para que anden prevenidos. Beliza y Darling ya tienen nombre. Lo que pretenden hacer con ellas estos estrictos funcionarios, no.

*Periodista