TPtocas estampas visualizan la normalidad democrática con más eficacia que un concejal que ha dejado el ayuntamiento y pasea sosegado, sin miedos y sin cargos, por la vía pública. En su semblante y en su conciencia, la tranquilidad de haber cumplido con el encargo --al margen de aciertos o errores--, que le encomendaron sus conciudadanos.

Estos tiempos de mudanza hacen que unos desalojen las instituciones y otros las ocupen: aquellas permanecen y éstos cambian, pero nadie debe apropiárselas ni deteriorarlas. Ese es el juego.

Pero el juego se rompe cuando aparece el concejal que ha pretendido y logrado llevarse tajada. Por mucha denuncia y control, siempre existirá ese desarrapado carente de altura moral y estatura cívica, que a su paso, levanta el comentario del vecindario: era un don nadie, sigue siendo un don nadie, pero del ayuntamiento salió rico .

La democracia debe acabar con esta especie que va a lo público únicamente para hacerse con un patrimonio. Y no solo se acaba con él acudiendo a la justicia. También manteniéndole la mirada, avergonzádole su conducta, evidenciando que no estamos tontos y que sabemos que lo que tiene lo ha acumulado con el dinero de todos. Por muchos oídos sordos que hagan algunos partidos, no podemos permitir que alguien pasee, impunemente, un patrimonio, muy superior a los ingresos legales devengados, porque caeríamos en la connivencia silenciosa que consiente y facilita la corrupción.

Solo cuando desterremos estereotipos como el de que todos son iguales y todos van a hincharse , podremos terminar con estos randas. Porque conozco a quienes han vuelto como se fueron, con la dificultad del final del mes y los agobios por colocar a sus hijos, he de desmetir que todos sean iguales. Pero aquellos que se han hinchado debe seguirles, como una sombra y de por vida, la indiferencia social y la condena unánime de los ciudadanos a quienes saqueó y engañó. Es hora de que la sociedad se sacuda las sanguijuelas.

"Mira ese señor, le dijo su padre al escritor argentino Héctor Tizón, mira ese señor que vende, sobre una mesita, pomadas y cepillos para lustrar zaptos. Ese señor se llama Elpidio González. Míralo bien. El fue vicepresidente de la República. ¡Eran otros tiempos!" ¡Pues que vuelvan!

*Licenciado en Filología