La comunidad franciscana de Guadalupe, que gobiernan el monasterio y son el sostén de la advocación a la Virgen no son, sin embargo, dueños de ´la marca Guadalupe´. Así lo ha sentenciado nada menos que el Tribunal Supremo, que acaba de dar la razón a la empresa Viñexsa, de Almendralejo, la cual registró esa denominación para hacer un uso comercial de la misma. Tanto uso comercial ha hecho que vendió la marca, sin haberla comercializado ni denominado con ella ninguno de sus productos, a la empresa andaluza Rives Pitman.

El prior del monasterio, fray Guillermo Cerrato, ha aclarado a este diario que su pretensión al plantear un litigio sobre la propiedad de la marca no era porque quisiera comercializarla, como se daba a entender de la lectura de la sentencia del Supremo, sino precisamente para evitarlo. "Lo que queremos es preservar el uso comercial del monasterio y registrar una marca que no estaban pisoteando".

Y tiene razón. En estos tiempos en que la autoría y sus derechos está tan protegida hasta provocar en su defensa situaciones absurdas, hay ´marcas´, como la de Guadalupe, que para miles de personas representan algo sagrado, que se encuentra a la intemperie y al alcance del primero que llega, no de a quien pertenece. O, al menos, debería pertenecer.