Esta semana he visto en nuestro portal de internet un video de los que se denominan viral que me ha llamado especialmente la atención. No se trata de un moña haciendo el bobo o un virtuoso grabándose a sí mismo para captar tráfico de internautas. Son dos chicas jóvenes, una actriz y la otra periodista, que con una frescura fuera de lo común ponen el dedo en la llaga de lo que representa el ejercicio de la prostitución en este país. Es de esos casos en los que uno se reconforta comprobando cómo internet, y concretamente las redes sociales, sirven para algo más que para meterse con alguien o curiosear la vida de los demás. Han sido más de 400.000 visualizaciones en apenas unos días. Así que bravo por Zua Méndez y Teresa Lozano, y su ‘Towanda Rebels’, que es como se denominan en alusión al grito de guerra feminista de la película ‘Tomates verdes fritos’. Han logrado avergonzar a muchos que consumen prostitución y a otros tantos que miran, o miramos, para otro lado, con lo cual de algún modo estamos consintiendo que este mercado del sexo esclavo campe a sus anchas en nuestro país.

‘Hola putero’, que así se titula el video, relata con un léxico directo, sin eufemismos, lo que supone el ejercicio de la prostitución. Como han dicho sus autoras, se trata de criminalizar a los hombres que consumen prostitución, así de claro, de «acabar con el lenguaje maniqueo que a menudo se ve en programas de televisión que abordan el fenómeno», y de dar voz a las prostitutas, porque resulta que en el 90% de los casos, según diferentes estudios, son obligadas a prostituirse. En suma, pretenden desmontar el común social de que muchas de estas mujeres son putas porque quieren, por elección propia, y ha logrado mover más conciencias que otras campañas específicas movidas desde estamentos oficiales.

En España ejercen como prostitutas del orden de 45.000 mujeres, aunque hay estudios que estiman que la cifra es mucho mayor. Hay centenares de puticlubs y locales de sexo repartidos por toda España, algunos de ellos enormes como si fueran auténticos parques temáticos. Uno pasa por una carretera y ve luces verdes y rojas que anuncian un mercado de sexo con el consentimiento social pleno. Según el Instituto Nacional de Estadística, la prostitución representa el 0,35% del Producto Interior Bruto en España, alucinante, y según el Ministerio del Interior este ‘negocio’ genera 5 millones de euros cada día.

Extremadura no es una isla en medio de este mar. El Instituto de la Mujer de Extremadura (IMEx) baraja que, en general, hay unas 2.000 mujeres que ejercen la prostitución en la región. La mayoría de ellas, unas 1.500 (sobre todo rumanas y brasileñas de entre 18 y 35 años), se puede decir que son esclavizadas en alguno de los 49 clubs de carretera (24 en Badajoz y 25 en Cáceres) que funcionan en nuestra comunidad y eso sin citar los centenares de pisos privados que existen al respecto. «Extremadura no es un paraíso, aquí ocurre lo mismo que en el resto de España. Y si no se detectan casos de esclavitud sexual y de trata, y sólo sale a la luz que hay mujeres en situación irregular en estos clubs, es que algo no se está haciendo bien», han indicado y con razón desde Adhex (Asociación de Derechos Humanos de Extremadura) .

En este país existe una legislación demasiado blanda en materia de prostitución. No se castiga a quien la consume ni a quien posee locales donde se ejerce. El proxenetismo es tremendamente difícil de combatir y demostrar y existe una cultura social altamente machista que no ve mal del todo a quien va a puticlubs o burdeles. En definitiva, esto es jauja, una situación idílica para el sinvergüenza que se define como empresario y dice ganarse la vida a cambio de la explotación de mujeres muchas veces tratadas como esclavas, traídas engañadas a España y obligadas bajo presión y pánico a ofrecer su cuerpo a cambio de unos cuantos euros con que pagar la deuda contraída de forma fraudulenta con la organización que la captó.

Es obligado cambiar el consentimiento social de la prostitución. Es obligado criminalizar al putero y es obligado denunciar esta práctica la cual todo el mundo sabe y conoce, y también todo el mundo obvia como si no fuera con ellos, como si de una realidad paralela se tratara. Así que vamos a empezar a llamar a las cosas por su nombre como dice Towanda: prostitutas no, esclavas sexuales. Empresarios no, explotadores o proxenetas. Clientes no, puteros. Y espectadores o gente que lo tolera no, cómplices y consentidores.