Es sin duda legítimo o tal vez un error considerar, como el añorado poeta, que cualquier tiempo pasado fue mejor. La muerte de Sabino Hernández Campos ha revivido en muchos de nosotros agridulces momentos de la ya lejana Transición y si nos envuelve la nostalgia no es porque la situación que hoy vive España sea peor que la de entonces sino porque entonces éramos más pobres y menos libres pero también menos soberbios, más jóvenes, más ingenuos y quizá más felices. Como un anárquico collage se mezclan en mi confusa memoria las evocaciones personales de aquel apasionante alumbrar de la democracia: el noviazgo, los estudios, la sana inconsciencia de la juventud, Serrat, Mercedes Sosa , libertad, libertad, sin ira libertad, la matanza de Atocha, la legalización del PCE, la peluca de Carrillo , la puerta de Alcalá, mírala, mírala, el joven cañón vestido de pana que era mi Felipe de la Transición, la galana apostura del presidente Suárez , el verbo admirable de Herrero de Miñón - y tanta muerte, dolor y sangre inocente que durante interminables años marcó la heroica historia de una nación que supo salir de la dictadura a fuerza de trabajo, tolerancia, madurez, sufrimiento, sacrificio y talento. Después del "se sienten, coño", ganado por el Real pulso el respeto y el prestigio nacional e internacional, juntos continuamos el camino hacia el actual Estado de derecho. Esa es la España que han recibido nuestros hijos: la del bienestar y el lujo, la corrupción, las pateras, la televisión basura, la enseñanza obligatoria y gratuita, la sanidad pública, el botellón, el ladrillo, la crisis y todo lo que aquí no cabe. Y si en su construcción hubo sombras, como convertir las autonomías en Taifas ambiciosos y fratricidas, brillan más las luces. Y este es mi sentido homenaje a unos tiempos difíciles y hermosos que considero un privilegio haber vivido. Aunque me provoquen náusea siniestros personajes de antaño que no terminan de retirarse y que al hablar escupen. Como Arzallus . Es lo que tiene la mala hierba.