TCtuando el dolor aprieta tanto que parece que sólo cabe la desesperación, es el momento de templar aún más los ánimos, de mostrar el valor de nuestra serenidad y la dignidad generosa de la unión. Nada desean más los que masacran que dividir a los demás, sembrar la duda entre aquéllos a los que dirigen sus metrallas, convertir nuestro desgarro en arma arrojadiza entre nosotros mismos. Crispar los ánimos. Crear el odio interno entre las víctimas que somos los demás. Acusarnos a nosotros mismos de colaboradores de verdugos. Tal vez lo más difícil sea no tener ese instantáneo desahogo de los reproches mutuos, la impotencia de no poder cortar esta sangría. Pero es también nuestra obligación, porque debemos fortalecernos elevando una voz única entre los seres de buena voluntad. ¡Claro que nos desgarra el dolor por tanta víctima inocente! Pero sólo unión y fraternidad pueden darle sentido a nuestra acción.

*Historiador