La riqueza está mal repartida pero los conocimientos están peor. Eso pensé cuando terminé de leer el artículo del profesor Corcobado (20/12/07, página 5), a pesar de utilizar elegantes formas de comunicabilidad, porque no hay conciencia moral ni capacidad mental que, sin estar inmerso en la corrupción, pueda afirmar que el sistema proporcional (corregido o no) de elección es representativo de los electores. En el reino de la gran mentira no hay una sola persona informada que no esté del todo convencida de la necesidad de mantener la mentira para sostener el sistema. La conveniencia de mentir es el único fundamento de la democracia de partidos y su forma de elección. De ahí la necesidad que tenemos de adoptar el sistema mayoritario y dar así a la sociedad civil el control de la sociedad política, en definitiva del Gobierno y del parlamento. Más allá de cálculos reformistas, una ley electoral debe buscar sus raíces en formas mentales o de conciencia capaces de erigir una ética y una acción vinculada al primado de la conciencia, que sea capaz de crear y jerarquizar valores objetivos. Valores que fueron pervertidos por la actual partitocracia para impedir que de la sociedad civil pudiera surgir la democracia representativa. Lo decisivo en la representación política no es el acto de la procuración, sino la responsabilidad final del procurador elegido. Y donde esta responsabilidad personal no es exigible (caso paradigmático es el de Felipe González), la procuración no representada a la sociedad civil, sino a la política, a la que tampoco alcanza la responsabilidad política. "¡Qué importa (decía Felipe González, perdón, Macbeth) que llegue a saberse si nadie puede pedir cuenta a nuestro poder!".

Andrés Talavero Tovar **

Cáceres