XAxunque la tradición del primero de mayo sea glosar, de una u otra manera, la larga lucha de los trabajadores en su camino de humanización del mundo del trabajo, y a ellos se les deba la parte medular de lo que conocemos como estado del bienestar, en este particularísimo primero de mayo del 2004 la noticia se encuadra en un marco muy diferente.

El hito de este primero de mayo es, sin duda, la ampliación a diez nuevos países de la UE, produciéndose un vuelco demográfico y económico de hondas repercusiones. Somos un 26% más de los que éramos y algo más pobres también. Ciertamente los cambios sociales y económicos van a ser profundos, pero más allá de estas realidades, conformando el futuro están las distintas disposiciones de ánimo con la que los europeos acogen esta ampliación.

De momento, al margen de las declaraciones oficiales y de las liturgias solemnes, el hecho es que los países ricos de la UE, como Francia, Alemania, Reino Unido e Italia, pretenden disminuir sus aportaciones económicas al presupuesto comunitario, y por otro las necesidades y carencias de los nuevos miembros es muy elevada. Una política de cohesión territorial, que se guiase por las pautas que hasta ahora ha tenido la UE, obligaría justamente a lo contrario que se pretende, es decir, a aumentar las aportaciones nacionales al presupuesto comunitario. Es cierto que sobre la Europa rica se ciernen los negros nubarrones de la crisis económica, especialmente en Alemania, y esto dificulta la ampliación.

En gran parte de la ciudadanía que se nos incorpora existe esperanza, pero también recelos, particularmente con Alemania, de la que se teme tanto la colonización económica como el resentimiento histórico. Los descendientes de los sudetes, unos tres millones expulsados de su zona de influencia en la actual República Checa al finalizar la II Guerra Mundial están recomprando a base de euros las casas solariegas de sus abuelos, lo que provoca suspicacias en no pocos checos. En Polonia, a la que Hitler dio el estatus de colonia, se siente inquieta a pesar del reconocimiento de Alemania de sus actuales fronteras.

Polonia incorporó la Prusia Occidental y Silesia, territorios seculares alemanes de los que igualmente fue expulsada la población germana.

Esto explica la tendencia al entendimiento bilateral con EEUU, como garante final y máximo de su independencia. Y aunque la oficialidad alemana, independientemente del color del gobierno, ha dado toda clase de seguridades respecto a la intangibilidad de las nuevas fronteras, algunos movimientos ciudadanos, con el beneplácito tácito de las autoridades alemanas, generan desconfianza por su revisionismo histórico.

La coherencia tanto en los hombres como en los pueblos es un valor ético-político que tiene siempre consecuencias positivas e indica la seriedad profunda a nivel de la ciudadanía de los proyectos emprendidos. Y viceversa, la falta de la misma los pone en un brete. No es coherente ser un acérrimo defensor de la nueva UE ampliada y simultáneamente pretender mantener los mismos flujos que se recibían antes de que ésta se produjese.

Seguramente son muchos los ciudadanos europeos que aspiran a construir esta nación de naciones en que queremos se convierta la UE, culminando con éxito su Constitución, pero cometeríamos un grave error si suponemos que este sentimiento es igual en todas partes.

De todas formas y más allá de las intenciones ocultas, la ampliación resulta imprescindible para todos, entre otras cosas para ir fijando las fronteras de la UE.

*Ingeniero