WDw urante los últimos días, este periódico ha venido difundiendo informaciones que siembran dudas sobre el futuro del Cimov de Cáceres. Al menos como hasta ahora la ciudad y los responsables municipales y regionales han creído que será ese futuro: un centro de formación de militares y, además, la base de un regimiento de ingenieros constituido por 800 hombres, cuya instalación, aunque pendiente de fecha, estaba asegurada merced al compromiso que en febrero del pasado año adquirió el entonces ministro de Defensa, José Bono, con el presidente de la Junta y con el alcalde cacereño, y con el que se ponía fin a una etapa en que se temió hasta el cierre de la institución.

Pero los nuevos datos publicados por este periódico no guardan relación con ese futuro prometido por Bono, sino con otro bien distinto y peor, por cuanto el Cimov perdería lo que actualmente tiene, el centro de formación, y se quedaría con lo que ahora es solo promesa: el regimiento de ingenieros.

El Cimov es, parafraseando a los aficionados del Bar§a, ´más que una institución militar´ en la ciudad, por cuanto está incardinado en su tejido social desde hace 43 años. Que es ´más que una institución militar´ lo demuestra que cuantas veces han surgido voces que alertaban de las dificultades para mantener el centro de instrucción militar en Cáceres, los cacereños se han movilizado, constituido plataformas de apoyo, organizado actos de reivindicación de la instalación... Siempre ha sido motivo de disputa política lo que cada partido ha manifestado sobre el Cimov porque sus responsables saben que lo que le pase al Cimov importa en Cáceres.

Importa desde el punto de vista social e histórico, y también desde el punto de vista económico: la Federación Empresarial Cacereña ya hizo en su día un estudio que concluía que el Cimov, sin contar el personal civil que tiene su puesto de trabajo en él ni los militares destinados en el mismo, dejaba una ´facturación´ superior a los 9 millones de euros (1.500 millones de pesetas) en la hostelería y los servicios de Cáceres, merced a los cerca de 3.500 soldados que se instruyen al cabo del año.

Ayer se produjeron variadas reacciones sobre la información publicada por este periódico. Unas, lógicas en estas circunstancias, como las del alcalde José María Saponi, que va a exigir al Ministerio de Defensa, que ahora dirige José Antonio Alonso, información precisa sobre el futuro de la institución; otras, menos lógicas, como las de la portavoz socialista, Carmen Heras, porque, por un lado, hace un llamamiento a la calma, pero por otro no aporta datos que disipen las dudas que generan la inquietud. No sería bueno, aunque a la postre resulte inevitable, que el Cimov entrase en la agenda pre-electoral, como un trofeo más en liza. Por eso es necesario que Defensa informe sobre cuáles son sus planes. Es lo que toca ahora, y es lo que ese ministerio debe a Cáceres. De lo contrario el porvenir de la instalación entraría en una indefinición que no favorece a nadie: ni a Defensa, que estaría dando la imagen de querer evitar hablar con claridad; ni a Cáceres y al propio Cimov, que tienen derecho a saber a qué atenerse.