La Junta de Extremadura acaba de inaugurar el hospital de La Siberia, en Talarrubias, y la semana pasada el hospital de Tierra de Barros, en Almendralejo. Con ello, el Servicio Extremeño de Salud (SES) cierra el mapa hospitalario que se trazó cuando, en el 2002, asumió las competencias sanitarias: los ocho centros existentes más la puesta de nuevo en uso del Perpetuo Socorro, en Badajoz, y los dos hospitales recién acabados..

Estas dos instituciones, qué duda cabe, mejorarán la atención a los ciudadanos, porque en Sanidad nunca es suficiente por muy bien que se hagan las cosas. Y en el caso del hospital de Talarrubias, de paso supondrá dar satisfacción a la histórica demanda de un centro hospitalario en comarca tan aislada.

Las circunstancias en que se han producido las inauguraciones son objeto de controversia política por su cercanía con las elecciones, y el PP cumple con el papel de oposición de levantar la voz en este aspecto y de tildar estas ceremonias de electoralistas (máxime cuando la apertura oficial no coincide con la puesta en funcionamiento de todos los servicios), pero lo importante para los ciudadanos no es la inauguración, sino lo que no es la inauguración: el día a día de los hospitales y su efectivo papel en solucionar los problemas para los que fueron construidos. Y, en este sentido, lo difícil es lo que viene a continuación, sobre todo en el hospital de Talarrubias: mantener las prestaciones comprometidas en un escenario de escasez de profesionales sanitarios, con posibilidades de elegir lugar de trabajo.