WEwl presidente de Estados Unidos, Barack Obama, afronta el próximo martes el momento más delicado desde que se instaló en la Casa Blanca porque arriesga la mayoría demócrata en las dos cámaras del Congreso. Es decir, se enfrenta a la posibilidad de verse obligado a renunciar al programa de reformas sociales y económicas con el que obtuvo la victoria hace dos años. Porque si las elecciones legislativas del martes, como vaticinan muchas de las encuestas que se han hecho públicas en los últimos días, acaban con la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes y la rebajan ostensiblemente en el Senado, tendrá que convivir Obama con un Parlamento que sería hostil y que estaría dominado por la prédica conservadora y las ganas de revancha de quienes ven en el presidente la suma y compendio de la intromisión del Estado en sus vidas, la economía dirigida y el liberalismo cultural.

Además de los efectos de la crisis económica, del desgaste político sufrido con la aprobación de la reforma sanitaria tras meses de debate y discusiones, de la guerra de Afganistán y de un montón de situaciones inciertas que afectan a los intereses de Estados Unidos, la pérdida de popularidad del presidente y su partido obedece al hecho cierto de que Obama fue en gran medida un ganador inevitable. Esto es: un porcentaje significativo de los electores independientes que en las elecciones del 2008 fueron a votarle eran conservadores clásicos hartos del republicano George W. Bush y de la desastrosa gestión republicana de la guerra contra el terrorismo.

Dicho de otra forma: una parte importante, incluso mayoritaria, de este electorado independiente estaba y sigue estando a la derecha del presidente elegido y piensa volver al seno republicano.

En circunstancias normales, la suerte estaría echada hasta el último voto, pero la aparición en los últimos meses del movimiento Tea Party, expresión del renacimiento neocon, plantea algunas incógnitas. La mayor de todas ellas es dilucidar hasta qué punto el electorado republicano centrista considera demasiado conservadores a los seguidores de la exgobernadora de Alaska Sarah Palin y de la estrella de la Fox Glenn Beck.

¿En qué proporción preferirá quedarse en casa a llevar al Congreso la versión más retardataria de la América profunda? Los estrategas demócratas confían en esta posibilidad y en el gancho de última hora del presidente para evitar que se hagan realidad los peores presagios.