Tenemos el guión, ahora hay solo que rodar la película. Ese va a ser el gran desafío de Barack Obama , de los líderes árabes y del mundo islámico, así como de los europeos y de los representantes de otros lugares de la Tierra. Las palabras, como portadoras de ideas, son importantes, son el principio y los cimientos, son la teoría para la práctica.

Obama las pronunció en una geografía en la que nacieron las tres religiones del Libro. Tres religiones y tres libros. Para las tres, en el principio fue la palabra, y Dios era esa palabra. Después vino la historia. Esos tres libros fundadores son algo así como los grandes almacenes del espíritu: en cada uno de ellos hay frases y pensamientos que sirven para apoyar las tesis y los comportamientos más diversos, y, sobre todo, los hay para defender la guerra y para construir la paz. A lo largo de la historia, las suras coránicas y los versículos bíblicos que más se leyeron y practicaron fueron los que apoyaban la violencia y el combate. No solo para lanzar a unas religiones contra otras, sino también para destrozarse entre sí mismas.

Por eso el presidente de Estados Unidos insistió en que no debemos ser prisioneros del pasado sangriento, sino de aquel en que hubo momentos de entendimiento y colaboración. Y entonces citó los tiempos luminosos del califato cordobés, cuando musulmanes, judíos y cristianos convivieron en la diversidad de sus creencias.

XDESDE EL PUNTOx de vista literario, el discurso de Obama fue deslumbrante, de una geometría verbal cargada de corazón y sentimiento. Fue un discurso dirigido a los musulmanes, y por eso resaltó todos los valores positivos del islam y sus aportaciones a la cultura a lo largo de los siglos.

También citó suras en las que se invita a la paz, a la justicia y a la convivencia. Aludió a los estereotipos negativos que se tienen desde Estados Unidos hacia el islam y desde el mundo islámico hacia Estados Unidos. Habló como presidente de Estados Unidos y como el gran líder mundial que le reconocemos que es, por eso hay razones para sospechar que donde decía Estados Unidos se podía entender el conjunto de Occidente que calificamos genéricamente de cristiano. Incluso, en una ocasión, lo dijo de forma explícita. Los estereotipos frente al islam son análogos en todo Occidente, como también los son los de los países islámicos frente al mundo occidental.

Se ha calentado demasiado odio en ambas culturas durante siglos. Por eso, el gran reto de Obama es cambiar el sentido de la historia, buscar el entendimiento y no fomentar el rechazo. Una tarea enorme. Al resaltar los valores del islam, también señaló el fanatismo asesino de Al Qaeda y el violento radicalismo islámico, un radicalismo que hay que neutralizar con el apoyo del islam y los países islámicos. Combatir el terrorismo debe ser una tarea común que contribuirá a borrar los prejuicios que contra los musulmanes alimentaron los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Los focos de las tensiones y las violencias más graves que hay en el mundo se sitúan en el paisaje de las geografías islámicas, y en todos ellos está implicado de una manera directa Estados Unidos. Para superar esas tragedias y esos conflictos, Estados Unidos necesita la colaboración directa de los países musulmanes y, más en concreto, de los árabes.

La opción de la guerra de Irak fue una opción bélica equivocada, pero ahora Estados Unidos no puede abandonarlo a su suerte, ya que ello daría el triunfo a los extremistas. También quiere marcharse de Afganistán, pero no puede entregar al país al fanatismo cruel de los talibanes. Lo mismo ocurre en Pakistán, donde tienen que cortar el avance del talibanismo sanguinario.

Pero el conflicto que tiene las características más singulares es el que enfrenta a israelís y palestinos. A Israel y Palestina. Ese conflicto ha alimentado varias guerras y muchas violencias, pero sobre todo ha levantado muros de odio difíciles de derribar. Es una lucha de dos pueblos en una misma tierra, pero se da la circunstancia de que esa tierra es tres veces sagrada. Sagrada para las tres religiones, lo que suma al trágico enfrentamiento unas dimensiones teológicas que envenenan las raíces mundiales de la convivencia. Solucionarlo se ha convertido en un objetivo irrenunciable para Obama, y en su discurso ha diseñado las grandes líneas de su plan de paz para Oriente Próximo. Asimismo, señaló que para lograrlo necesitaba el apoyo de todo ese mundo al que se dirigía desde El Cairo. El punto final está en establecer dos estados soberanos, no un Estado supeditado a otro.

Para recorrer ese camino, les exige a los palestinos que reconozcan a Israel y renuncien a la violencia. Por su parte, a Israel le exige que detenga los asentamientos. Después vendrá mucha letra pequeña y mucha letra grande. Negociaciones en ese terreno imposible que es la teología; negociaciones para situar unas fronteras seguras, discusiones sobre cada piedra de Jerusalén, sobre la permanencia o el abandono de los asentamientos. Sobre las aguas, también sagradas, del Jordán.

Demasiados muros que derribar. Pero hay una nueva percepción en la opinión pública mundial y en las opiniones públicas de Israel y de Palestina. Hay la percepción de que Obama tiene la firme determinación de hacerlo.