Médico

La obesidad es conocida en el mundo desde que este existe, si bien nuestros primeros padres, Adán y Eva, coinciden los historiadores, fueron vegetarianos por aquello de la manzana, aunque se puede pensar que la toma de lo prohibido marcará el futuro desarrollo de la obesidad.

Tenemos referencia de obesos en épocas pasadas y casi siempre nos han sido representados en pinturas o narraciones de novelas degustando sabrosos manjares, buena muestra del origen de la misma --el exceso de comida y sedentarismo--, al margen de otras causas.

Es El Quijote un libro de referencia a la hora de mostrarnos personajes obesos: Sancho y El ventero , al que atribuye un carácter pacífico, aunque a su vez la consiguiente patología: "la gula agranda el vientre y empequeñece el cerebro lentamente". Teresona, La pastora o la amondongada Dulcinea .

Joe, otro obeso histórico, personaje de Dickens, que dio nombre a un síndrome clínico --apetito, obesidad, somnolencia-- denominado de Picwick y que vemos con frecuencia.

Y por aquello del dame gordura y te daré hermosura , se marca el canon de la belleza en las mujeres con formas generosas que se muestran algunas amantes del XIX, como madame Bovary o Fortunata. El cine o el TBO también han tenido obesos famosos, como Oliver Hardy o Gordito Relleno ; hasta el punto que la obesidad es motivo de orgullo y felicidad, cuando no necesidad, para actividades como el sumo y la lucha canaria.

La obesidad consiste en el exceso de peso, que en términos médicos supone que un tercio aproximadamente del peso corporal está constituido por grasas --que siempre se colocan de forma antiestética-- y conllevan un importante riesgo para la salud y una disminución en las expectativas de vida. Esta afecta a todo el mundo desarrollado por igual, sin distinción de clase o sexo. Si bien algunas estadísticas muestran que en países como Reino Unido o EEUU, hasta un 50% de su población presenta exceso de peso.

La comida en exceso, el carácter hereditario y familiar --fundamentalmente los hábitos de vida--, algunos procesos patológicos o congénitos, en menos medida, son las causas de esta epidemia --no nueva-- que hoy nos atribula y a la cual los gobiernos de turno intentan poner coto, a sabiendas de la gran cantidad de recursos que consumo.

Recientemente hemos conocido propuestas, unas coercitivas que intentan gravar productos con grasas saturadas y otras de modelo preventivo, que mediante encuestas dan a conocer los hábitos alimentarios, caso de los niños extremeños, que en definitiva varían poco del resto del país. Déficit de algunos alimentos, sedentarismo y en definitiva obesidad infantil y futuro asegurado en un alto porcentaje de casos.

Por eso, sólo vale preguntarse ¿es mejor dedicar los esfuerzos a tratar o prevenir la obesidad? Paradójicamente, en los países desarrollados los individuos que no necesitan perder peso quieren frecuentemente adelgazar, mientras que los que lo necesitan no llegan a perderlo.

Casi siempre es mejor prevenir que curar , en tanto los científicos encuentran el gen del peso perfecto. ¡En ello andan!