WUw n pacto entre los sectores más conservadores de la Conferencia Episcopal Española (CEE) --mayoritarios-- y el de los obispos moderados ha hecho posible que la elección para la presidencia del cardenal Antonio María Rouco Varela haya estado acompañada de la de Ricardo Blázquez para ocupar la vicepresidencia. Aun así, los prelados han roto con la tradición de reelegir al presidente saliente --Blázquez--, señal inequívoca de que la línea dura quería volver cuanto antes al puente de mando y de que, en consecuencia, el acuerdo entre facciones no pasa de ser una operación cosmética sin alcance eclesial y político. Lo cual, a cinco días de las elecciones legislativas, suena a declaración de principios, si no a desafío, frente a los vaticinios que anuncian una victoria socialista.

Los obispos conservadores interpretaron la elección de Blázquez en el 2005 como un accidente en el camino, y en cierta medida lo fue: el presidente saliente --Rouco Varela-- quedó a un voto de obtener los dos tercios precisos para consumir un tercer mandato. Lo sucedido en los tres años siguientes, caracterizados por una oposición sin tregua al Gobierno, paralela y en concomitancia con la del Partido Popular, no permite presagiar tiempos mejores si Rodríguez Zapatero sigue en la Moncloa. La jerarquía católica no ha digerido la pérdida de influencia, la secularización de las costumbres y la pluralidad de credos, mantiene un litigio permanente con las expresiones más cotidianas de la ética y la moral laicas y dispone de resortes culturales y de propaganda suficientes para no bajar el diapasón. El más importante de ellos es la cadena COPE, el ultramontano altavoz de la derecha más cerril, muy vinculada al espíritu de Rouco. Los teólogos españoles han interpretado la elección de Rouco Varela desde distintos puntos de vista. Algunos, como José Ramón Villar, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, opinan que la importancia de este tipo de elecciones es "relativa" ya que los obispos de la Conferencia Episcopal tienen "un ministerio eclesial nítido". En cambio, otros como Julio Lois, presidente de la Asociación de Teología Juan XXIII, entienden que Rouco representa "la visión más conservadora" de la Iglesia.

Aunque el presidente del Gobierno estuvo ayer en su papel institucional al felicitar al nuevo presidente de la CEE, el nombramiento no ha gustado ni en el PSOE ni en los partidos nacionalistas. Algunos portavoces le adjudicaron expresivos calificativos, como el de "carca" o el de representante del nacional-catolicismo. Especialmente mal ha sido recibida la elección en Euskadi y Cataluña, pues no en vano él es el impulsor de la doctrina que considera la unidad de España un "bien moral", en lo que puede considerarse una injerencia en la política con una retórica de púlpito. Ojalá la nueva cúpula del episcopado haga ahora remansar las aguas, pero el equipo que rodea a Rouco se antoja el peor pertrechado para acometer tal empresa.