La memoria del Consejo Económico y Social (CES) sobre la situación de la región en 2009 no deja lugar a dudas: la califica de ´desastrosa´. Y lo argumenta: en lo que llevamos de crisis, la región ha perdido en PIB lo que había ganado en la última década; la situación económica, que ha hecho que se elevara la tasa de paro hasta superar el 20% de la población activa, se ha cebado, a pesar de su mejor comportamiento relativo que en el conjunto de España, con Extremadura y con su tejido empresarial industrial y de servicios --las pymes-- al cerrar las entidades financieras el grifo del crédito, la verdadera sangre que les permite subsistir.

No es el análisis del CES, como se ve, un análisis complaciente, y los temores que expresa son perfectamente comprensibles y lógicos: si se recorta el gasto se perderá la oportunidad de salir de la crisis a medio plazo. El Gobierno, ya se sabe, ha optado --eso sí, impelido por la Unión Europea, los organismos internacionales y eso que ahora se llama ´los mercados´-- por la reducción del déficit a costa del crecimiento de la economía. Esa política deja muy poco margen para una región como Extremadura, que depende de la inversión en mayor medida que las más desarrolladas. Por eso es especialmente oportuna la llamada de atención de que el mantenimiento del gasto en obras públicas es extraordinariamente importante. En esa exigencia se debe no solo no bajar la guardia la Junta, sino es preciso mantener una actitud crítica con el Gobierno para que no la baje este y termine recortando inversiones que retrasarían la salida de la crisis.