WLw a detención en el Reino Unido de 21 presuntos implicados en un plan para hacer estallar en vuelo hasta una decena de aviones con destino en aeropuertos de Estados Unidos ha despertado una vez más todos los temores e inseguridades de Occidente. Solo trece meses después de los atentados contra el metro y los autobuses de Londres, otra vez el terrorismo hace disparar todas las alarmas en la sociedad británica, ha inquietado a la norteamericana y puesto en estado de ansiedad a buena parte del resto del planeta. Los peores vaticinios sobre la dislocación del sistema de relaciones internacionales después de la guerra fría llevan camino de cumplirse.

LOS DESAFIOS POLITICOS. Después de cada golpe del terrorismo global --Nueva York, Bali, Madrid, Bombay y tantos otros lugares--, se ha apoderado de Occidente la tentación de someter a las servidumbres de la guerra las exigencias de la ética. De forma que a la tragedia humana de las muertes sin sentido se ha sumado la tragedia moral de una guerra en la cual las operaciones encubiertas, los manejos de los servicios de inteligencia y el clima de sospecha generalizada convierten a los ciudadanos en rehenes de sus ansias de seguridad. La consecuencia inmediata es que la cooperación internacional en materia de seguridad se antepone hoy a cualquier otra idea de cooperación multilateral, las partidas presupuestarias dedicadas a seguridad obligan a contraer el gasto social y las ayudas del mundo próspero a los países subdesarrollados crecen con exasperante lentitud.

EL ECO EN ORIENTE PROXIMO. La repercusión del último episodio de terrorismo global será especialmente relevante en Oriente Próximo porque alimenta la estrategia de los sectores más duros. En Israel, porque reforzará la posición de quienes encuadran la lucha contra Hamás --en Gaza-- y contra Hizbulá --en el Líbano-- en el esquema general de la lucha antiterrorista diseñada por Estados Unidos; en las filas islamistas, porque la causa de cualquier franquicia de Al Qaeda es también la suya. Es decir, que Israel podrá resaltar, más si cabe de lo que lo ha hecho hasta la fecha, la complementariedad de sus guerras con los intereses de Occidente y su combate contra el islam radical.

LOS TEMORES COTIDIANOS. Pero acaso la peor de todas las consecuencias, después de jornadas como la de ayer en el Reino Unido, sea el aumento de los partidarios del paradigma reaccionario: tener mayor seguridad justifica tener menos libertad. En definitiva, crece en las opiniones públicas de Occidente la sensación de que hace falta endurecer las leyes para preservar su modo de vida. Y, al mismo tiempo, se asientan en el imaginario colectivo los peores tópicos, se justifica el racismo y se observa con recelo a quienes son depositarios de otras culturas. En última instancia, se adueña de los espíritus la exigencia de una vida cotidiana sin riesgos cueste lo que cueste.