Se erigieron en adalides del cambio y están demostrando que no van a detenerse a la hora de romper con todo aquello que contravenga ese modelo, profundamente doctrinario y radical, que pretenden implantar. A estas altura, nadie puede excusarse diciendo que no sabía a lo que venían, porque sus antecedentes les definían. Otra cosa es que la gente mirara hacia otro lado cuando algunos les advertían de lo que podía llegar. Y otra cosa, también, es que quienes los sustentan en el gobierno (para el que no obtuvieron el apoyo mayoritario de los madrileños) continúen mirando hacia otro lado, quizá a la espera de que el resultado del sudoku de la investidura les resulte ventajoso.

Pero una cosa es que se haya desviado la mirada, y otra bien distinta que no hubiese síntomas que permitiesen diagnosticar lo que podía venírsele encima a la ciudad de Madrid y a sus ciudadanos. Las trayectorias 'twitteras' y el historial de protestas de algunos de los miembros de la coalición Ahora Madrid ya permitían maliciarse cuál es la concepción de sociedad que tienen. Nada más comenzar la legislatura salieron a la luz algunas de las opiniones excretadas por miembros del equipo de la coalición a propósito del holocausto, de las víctimas del terrorismo o de otras víctimas de crueles crímenes.

Hace ya varios meses también conocíamos el modo en que protestaba otra de sus miembros más ilustres, conocida por ser una orgullosa asaltante de capillas. Y eso sólo era un aperitivo, porque no han dejado de dar muestras de su sectarismo y su inquina al legado cultural, a las obras de sus antecesores y a todo lo que huela a tradición. Una de sus últimas hazañas en este sentido fue el montaje de la última Cabalgata de Reyes Magos, en el que trasgredieron lo establecido por la tradición católica para dotar a Melchor, Gaspar y Baltasar de un carácter más 'alternativo', a juego con la ideología de la coalición. Pero aquello, visto con distancia, fue más ridículo que ofensivo.

Lo grave ha llegado con las celebraciones de carnaval porque esos mismo que dieron pie al espectáculo navideño, contrataron a una compañía de teatro de marionetas para que representasen su obra ante el público infantil. Y, en ella, por desgracia, hubo un poco de todo, pero siempre poco ejemplar, nada adecuado para los niños y rayano en lo delictivo. Ya va siendo hora de que alguien asuma responsabilidades. Porque una cosa es la estética y otra la ética.