Hay cosas que ofenden y mucho. Al parecer, decir que «los niños tienen pene» -- ¡Dios nos libre de mentar el libro de 4º de EGB!-- ahora es «una ofensa grave a todos los tráns», especialmente si está escrito sobre un autobús de color llamativo. Sin embargo, uno puede ir a un concurso de drag-queen con un disfraz imitando a la Virgen y a Jesucristo --algo a priori más llamativo, sin duda-- ... y parece que el único ofendido es el obispo del lugar.

Pero es que, para más inri, cuando éste afirma que es el día más triste de su episcopado, incluso más que el de una tragedia aérea... la asociación de afectados saca un comunicado pidiéndole que los olvide del todo.

El autobús está retenido, el obispo ya ha pedido perdón, el drag obtuvo el primer premio, pero yo me pregunto: ¿Cómo vamos a ponernos de acuerdo en educación mientras tanto? ¿Qué lección estamos dando a nuestros hijos? ¿Qué clase de espectáculo es este? Nos falta respeto a las posturas y nos sobra postureo incendiario. Convenzámonos: el pacto educativo comienza con el respeto a las ideas de los demás.