La sesión pública del Consejo de Seguridad para oír el informe de los inspectores de desarme de Naciones Unidas estuvo marcada por la profunda división entre los países y por el anuncio hecho por el presidente George Bush, en la víspera, de que Estados Unidos no necesita a la ONU para la guerra que se dispone a hacer.

El jefe de los inspectores, Hans Blix, confirmó su reputación de fino diplomático al explicar que la cooperación de Irak ha mejorado sustancialmente aunque aún diste de ser completa e incondicional. Con ello les dio munición dialéctica a todos. A Francia, Rusia, Alemania y China, para que insistiesen en proseguir por la vía pacífica de las inspecciones. A EEUU, Reino Unido y España, para expresar que las concesiones de Sadam son un engaño y que éste merece como máximo un ultimátum de 10 días, en el sobreentendido de que si pasado ese plazo el desarme no es total empezaría el gran ataque.

La jornada puso así, sobre la mesa, de forma solemne, la fecha del lunes 17 de marzo. Y, en el fondo, el ultimátum a Irak es también un ultimátum a la ONU: puede ir o no ir con Bush a la guerra, pero ya no tiene la opción de impedirla. Es el final de la diplomacia y el principio del hago lo que quiero.