TNtada más comenzar la ruta, desde Sydney hasta Atenas, la antorcha olímpica, recorriendo por primera vez en la historia cinco continentes, me vino a la memoria la canción que escuchamos tantas veces en Barcelona: Amigos para siempre . Junto a la belleza del deporte brilla la más valiosa de las medallas, la amistad. Flor rarísima entre los hombres y por eso más valiosa. La amistad ha sido un trofeo y una distinción, en todos los tiempos y para todos los pueblos. Ella es la única cosa humana sobre cuya utilidad concuerdan a una sola voz las grandes epopeyas del Oriente y de la antigua Grecia, los poemas de caballería del Medievo, las poesías, los grandes profetas y los sabios de Asia. La amistad es mucho más que un tema literario evocado con lágrimas; es y debe ser un estilo de vida feliz.

Para alcanzar, en la gran olimpiada de la vida, la medalla de oro de la amistad y subir al podium del amor, hay que amar y ser amado. La amistad es tan fascinante y tiene tanto poder que es capaz de cambiar los vientos tormentosos que agitan el mar de la vida en dulce canción. Sin la amistad pierden valor las alegrías de la vida.

*Sacerdote